Cenicienta global

HOLLYWOOD desplegó sus mejores galas para contarnos una vez más el cuento de cenicienta en versión global. La audiencia cautiva de la madrugada se quitaba las legañas y los premiados restregaban sus lágrimas, al comprobar que el tamaño de la dorada estatuilla encajaba en la mano de una chica de Alcobendas, de un joven director de Manchester, de actores de India, un funambulista francés, dos directores japoneses Sonaba al reparto del gordo en pequeñas participaciones en distintos mercados mundiales donde Hollywood quiere quedar bien. Los responsables de la producción (el director Bill Condon y el productor Lawrence Mark) ensayaron un nuevo formato, convirtiendo el habitual monólogo jocoso inicial en un número musical ágil y divertido. Y llenaron enseguida de glamour el escenario arropando a Penélope con cinco estrellas que ya habían conseguido el galardón.

Entre ellas, nuestra hada de la suerte y protagonista en Narnia, la inglesa Tilda Swinton, que sólo hace unos días y como presidenta del jurado de la Berlinale daba el premio a Claudia Llosa.

La ceremonia del año pasado fue la menos vista en EE.UU. en la historia de los galardones, aunque con 32 millones de espectadores.

Para mantener el interés, se recurrió a un guión de línea clásica: contar cómo se hace una película, empezando por el guión con su página en blanco y el guiño del cursor. Grandes decorados supervisados por un arquitecto fueron englobando grupos de premios, con continuas referencias a las películas que han hecho mucha taquilla pero que no aspiraban al Oscar. Una forma de conciliar lo reconocido popularmente y el espíritu de premiar al cine más independiente y de menor presupuesto. Otra vez los sueños de las cenicientas: el director de Trainspotting que rueda a los pobres de Bombay soñando con ser millonarios en tiempos de crisis, o la hija de la peluquera del barrio madrileño que hoy es la imagen de la empresa de maquillaje cinematográfico por excelencia. Sólo olvidó Pe, entre los que la ayudaron a alcanzar su sueño, al hombre que citaba The New York Times en la primera línea de su crítica de la película Vicky Cristina Barcelona , Javier Aguirresarobe. El director de fotografía vasco que la retrató «con un cromatismo tan cercano a la miel que anima a chupar la pantalla».