EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA
Rajoy
RAJOY apareció la otra noche en Tengo una pregunta para usted , el programa de participación social que presenta Lorenzo Milá en TVE-1. Estuvo bien. Este programa suele despertar muchas críticas; me parecen injustas. Es evidente que hay cosas mejorables y que tampoco han faltado las triquiñuelas, pero, en líneas generales, es uno de los productos más decentes que hay en la pantalla y, además, cumple una función importante para la vida pública, porque traza un puente entre políticos y ciudadanos. Esta comparecencia de Rajoy tuvo más de 5,3 millones de espectadores, una cuota de pantalla del 26,8%. Fue lo más visto del día. Es interesante ver los comentarios que al día siguiente publicamos los periodistas sobre quién ha tenido más audiencia, si Rajoy o Zapatero, o si esta aparición del jefe del PP respecto a su visita anterior al mismo programa.
Digo que es interesante porque es perfectamente banal. No es que la audiencia sea aquí un dato irrelevante, pero la cantidad de factores que pueden influir en esos datos es tan enorme, y su condición es tan diversa, que elevar a ley una comparación de cuotas de pantalla me parece absurdo. La promoción que haya hecho el canal, lo que estén emitiendo a la misma hora las cadenas de la competencia, las circunstancias políticas que puedan hacer más o menos esperada una comparecencia, hasta el tiempo que haga en la calle. Todas esas cosas, y algunas otras más, determinan el resultado de audiencia de un programa de este tipo. Lo importante de Tengo una pregunta para usted no son las cifras, sino las respuestas. Otra cosa respecto al especial de TVE: el debate de 59 segundos que actúa como guinda del pastel. ¿Se han planteado alguna vez en TVE sustituir a los periodistas por gentes del común? ¿Por ejemplo, por los propios ciudadanos que han estado antes ahí, preguntando al político de turno? Lo digo porque el criterio de selección de los periodistas es tan partitocrático, se los escoge con tanta evidencia por su afinidad política, que las cosas que dicen ahí ya son absolutamente previsibles y, por tanto, prescindibles. Los debates de la tele -”y en esto 59 segundos tiene buena parte de culpa-” nos han acostumbrado a que todas las opiniones circulen siempre por la calzada binaria Gobierno-Oposición, lo cual tiende a hacer que la independencia de criterio desaparezca de la vida televisiva. ¿Es posible estar un poco de acuerdo y otro poco en desacuerdo con Zapatero o con Rajoy? Es perfectamente posible, al menos desde el punto de vista racional, pero eso en la tele no lo vemos jamás. Al revés, lo que vemos es gente escogida por estar totalmente en un bando o totalmente en otro. En ese sentido, los ciudadanos que preguntan en el programa de Milá demuestran una mayor libertad de espíritu.