EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA
Votos
VOLVÍA YO de los oficios del sábado santo, en plena noche. Me refugié en la biblioteca, encendí la televisión -”garbanzos obligan-” y, entre otras cosas de zapear, me topé con La Noria . La una y pico de la madrugada sería. Apenas vi unos segundos del programa en cuestión, pero fue suficiente para descubrir el siguiente diálogo entre Jimmy Giménez-Arnau y Maricielo Pajares: «En este papel dice que no has estado en la cárcel», observaba él; «vete a cagar», aconsejaba ella.
La alusión penitenciaria de Jimmy no me sorprendió lo más mínimo, pero confieso que la respuesta de Maricielo, toda escote y brillos y lentejuelas, me creó un efecto semejante al que uno experimenta cuando abre un bote de marrons glacés y del interior salta un grillo.
Vieja historia: la bella que, en una cena de postín, guarda silencio; el galán que, arrobado, pregunta a la damisela «¿Por qué callas?», y la muchacha que responde: «¿Pa qué quieres q-™hable? ¿Pa cagala?».
Ahora bien, tal vez esta hermenéutica de los hechos resulte, por superficial, injusta. Veamos: «Vete a cagar».
Recomiendo al atento lector reflexione pausadamente sobre la fórmula.
A primera vista, forma parte de los votos vejatorios que uno proyecta sobre el prójimo en momentos de intensa hostilidad.
Los usos de nuestro idioma atesoran un innumerable repertorio al respecto: un amplio abanico que oscila desde el morigerado «vete a freír espárragos» y pasa por el «vete a tomar vientos» hasta llegar a propuestas abiertamente dolorosas.
Ahora bien, quizás esta interpretación primaria deba ser revisada. ¿Hasta qué punto decir «vete a cagar» equivale a desear un mal al vecino? Al fin y al cabo, la proposición no hace sino recomendar se ejecute una función natural imprescindible para la supervivencia del individuo y, por ende, de la especie.
Digo más: habida cuenta de la ingente cantidad de laxantes que uno ve anunciados en los medios de comunicación, se diría que desear al prójimo una evacuación frecuente y copiosa no deja de ser un voto benévolo y hasta caritativo.
Desde esta perspectiva, literal y funcional a un tiempo, la expresión «Vete a cagar» debe ser considerada como un rasgo amable que delata el buen talante de quien la enuncia. Y por otro lado, ¿quién sabe? Tal vez Jimmy haya desarrollado cierto tipo de entorpecimientos metabólicos que el espectador ignora, pero Maricielo conoce, y así la sugerencia de la joven corresponda a un sano diagnóstico.
O tal vez Maricielo, en su ciencia, haya llegado a la conclusión de que tal ejercicio es lo mejor que se puede desear al prójimo, del mismo modo que antes se deseaba «salud, dinero y amor». ¿Estamos ante una evolución histórica de calado antropológico?
¡Cuántas cosas aprende uno en La Noria , programa cultural!