| Entrevista | Juan Madrid | ESCRITOR Y PERIODISTA
«En alguna entretela de mi pobre alma hay un niño agazapado»
El creador de Toni Romano desvela hoy en el Musac las claves de la nueva novela negra en las jornadas organizadas por la universidad que reunirán a especialistas del género
león
Puede que fuera una venganza. Lo cierto es que el día de la boda de los príncipes, Juan Madrid estrenaba su primera película como director y apenas fue público. En su última novela, Adiós princesa , su incombustible detective Toni Romano tendrá que resolver el asesinato de la novia del príncipe. Un descenso a las cloacas del Estado. Juan Madrid aprendió en la sección de sucesos a ser claro y directo, a utilizar las palabras como una melodía que a veces suena a jazz y, en ocasiones, al desgarro del flamenco. Hoy, a las siete de la tarde en el Musac, hablará de la nueva novela negra. La conferencia se enmarca dentro de las jornadas organizadas por la Universidad, que reunirán a especialistas en el género negro de seis universidades españolas y a varios escritores.
-Hoy hablará en el Musac de la nueva novela negra. ¿En qué consiste?
-Hay una nueva novela policíaca. La antigua es la de enigma, lo cual no quiere decir que sea mejor ni peor; simplemente, se trata de la primitiva novela policíaca, en la que había que descubrir al culpable de un delito, generalmente un asesinato. La novela policíaca tiene un nacimiento. Se le atribuye a Edgar Alan Poe la creación del género, con su relato Doble crimen en la calle Morgue, publicado en 1841. Sin embargo, hoy día se sigue cultivando la novela antigua; por ejemplo, la a novela policíaca sueca, que está tan de moda. En España también hay muchos cultivadores. Pero hay otra novela policíaca o de género negro, en la que al tiempo que se descubre al asesino, se desvelan las razones por las cuales hay delito en esta sociedad. A veces, ni siquiera hay que descubrir un crimen ni tampoco un enigma, se trata de una novela realista que efectúa una radiografía o disección de la sociedad capitalista. Se descubre la verdadera naturaleza de las relaciones sociales y se estudia la verdad de los múltiples infiernos o subterráneos de esta sociedad. Para mí, se trata de una auténtica y nueva novela social.
-Su último libro, «Adiós, princesa», ¿encaja en esta nueva novela negra?
-Es mi novela número 47, pero es también la última de la serie de Toni Romano. En esta serie, que comenzó con Un beso de amigo , me propuse hacer una crónica de la Transición, una especie de Episodios Nacionales . En ella aproveché todo lo que descubrí siendo periodista. Lo que no se cuenta, lo que se manipula, lo que se engaña... Así que cada una de las siete novelas tratan de la corrupción policial, de los partidos, la fuga de capitales, el dinero negro, las versiones edulcoradas de situaciones como la boda de los príncipes. Me niego a asimilar que la boda del Príncipe sea conocida a través del Hola . Lo único que intenté contar, como en el resto de las novelas de Toni Romano, son los subterráneos de la realidad.
-Cuando se convive tanto con un personaje como Toni Romano, ¿no se le rebela?, ¿Cobra vida propia y reivindica qué rumbo quiere tomar?
-Tengo una extraña relación con Antonio Carpintero, alias Toni Romano. En las novelas he descrito las tumultuosas relaciones entre el autor y su personaje a través de otro personaje que se llama Juan Delforo, vecino de Toni Romano y que cuenta la historia. Este personaje, que sale en todas las novelas, tiene un protagonismo especial en Adiós, princesa. En general, Toni Romano no está contento con las novelas que Juan Delforo, antiguo periodista, está escribiendo sobre él. Esto es antiguo ya en literatura y sé que no he descubierto el agua tibia, pero me divierte el juego.
-¿La sección de sucesos es la mejor escuela para un escritor de novela negra?
-No me cabe ninguna duda. Debo mucho al periodismo; me dio la herramienta más importante para un escritor: la palabra. Aprendí a ser conciso, claro e ir directamente al grano. Y me enseñó a documentarme y me dio un estupendo pasaporte para visitar las cloacas. Yo escribo sobre las pobres gentes, sobre los que apenas sí salen en la literatura contemporánea: putas, chóferes, camareros, ladrones, policías... gente corriente. Todos ellos son los protagonistas.
-¿Es más seductor el lado oscuro?
-Cada novela es una propuesta de mirada al mundo. Y esa es la mía. Sé que hay otras canciones y otros cantantes, pero esta es mi canción, mi canto y mi música....
-¿Y el ritmo que imprime a todos sus relatos?
-En mis reportajes de sucesos empecé a no hacer caso de las normas de las escuelas de periodismo. Contaba mis historias como si fueran cuentos. Dejaba fuera de lugar a ese narrador gris que suele ser el periodista que cuenta algo y comencé a meterme en la piel de los personajes. Realmente, aprendí mucho visitando el dolor humano, la soledad, el miedo... descubriendo al mismo tiempo la personalidad de los policías y la de los delincuentes o de la gente corriente. Todo eso me sirvió para mis novelas. En cuanto al ritmo, es algo que se aprende igual que lo hacen algunos músicos de jazz o algunos cantaores de flamenco. Me fascina conseguir o intentar conseguir una determinada música oculta en mis novelas. Y nunca sabré si lo consigo.
-¿Sus novelas suenan a jazz o a blues?
-No lo sé bien. A veces creo que a una mezcla entre el desgarro del flamenco y el ritmo sincopado del jazz; pero nunca estaré seguro.
-En «Huida al sur» se adentra en un género tan difícil como el juvenil...
-En realidad he escrito cinco o seis novelas juveniles, que para mí son de aventuras. Son un homenaje a los libros que me fascinaron cuando era un niño pobre en la Málaga de la posguerra. Libros que, probablemente, me salvaron del horror de la miseria y de la delincuencia juvenil. Desde entonces, venero a Salgari, Verne, Stevenson, Zane Grey, Walter Scott... Todos ellos son un referente cuando escribo una de estas novelas.
-¿Es más difícil escribir para jóvenes?
-Para mí, no, porque creo que en alguna entretela de mi pobre alma hay un niño agazapado detrás de un mueble, nervioso y, al mismo tiempo, divertido, asombrado por cómo van las cosas...