Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA

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JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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ERA inevitable: tarde o temprano, La Noria tenía que atacar a Jesús Neira. Después de haber usado y tirado a Violeta Santander, lo propio era que se arrojaran a dentelladas sobre la otra parte del suceso. Cuando uno elige la mala entraña como forma de vida, hay que ser consecuente hasta el final. Y así vimos cómo el ruidoso hipermagacín del sábado noche de Telecinco ofrecía en su edición de esta semana materiales para el linchamiento público del hombre que fue agredido por recriminar a un tipo que maltrataba a una señora.

«No es trigo limpio, ese Neira», vinieron a decirnos. ¿Por qué? Porque ha salido con su familia en una conocida revista del colorín, grave pecado que una gente tan seria como la de La Noria , que siempre repudia el famoseo, no puede tolerar. Más aún: Gloria Serra repetía con retintín una frase de Neira según la cual este señor, antes de su calvario, «llevaba una vida intelectual muy fuerte». Sospechoso, ¿verdad?, que un profesor de Teoría del Estado diga que lleva una vida intelectual muy fuerte. ¡Si al menos fuera periodista en La Noria ! Pero, ¿un universitario? Muy sospechoso, sí. Y luego eso de que Neira hable siempre de «hombres» ¿No será que en realidad es un maldito machista? Viendo y escuchando los argumentos de Sopena e Iglesias, que eran los que llevaban la acusación particular de La Noria , uno se preguntaba: ¿Cómo se atreven? Aun en el caso de que sus opiniones sean sinceras, y no simple producto del afán de crear escándalo, ¿cómo se atreven a defender una posición que a la mayor parte de la gente va a parecerle -”y con razón-” estrictamente impresentable? Habrá quien piense que para eso pagan a esta pareja. Bueno, quizá. Pero la verdad es que, si escarbamos un poquito, hallaremos razones de más enjundia. El discurso convencional de la violencia de género tiene un fundamento ideológico que nadie debería ignorar y que es preciso poner negro sobre blanco, para que todos entendamos de qué estamos hablando: se trata de la traslación del modelo de lucha de clases a la lucha de sexos, del mismo modo que en el post-68 se trasladó a ese molde la lucha de generaciones. En esta perspectiva, hay un colectivo explotador, que es el masculino, y una víctima explotada, que son las mujeres. Pero, claro, si aparece un hombre que no es explotador, sino defensor de la explotada, entonces el discurso se viene abajo. ¿Qué hacer? Cubrirle de estiércol, evidentemente. Y a esa operación se entregaron con transparente gozo los responsables de La Noria -” pues ellos son quienes plantearon de esa manera el tema-” y sus portavoces áulicos, que son los mentados María Antonia Iglesias y Enric Sopena. Hasta ese nivel de bajeza se puede caer.

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