EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA
Opio
LA FRASE más pedante de la cultura española en todo el siglo XX es probablemente esta de Ortega y Gasset: «Nuestra facultad más enteca ha sido siempre el intelecto». Lo malo de la frase es que, además de pedante, siempre ha parecido verdad. La demostración más palmaria de que Ortega tenía razón es el estado general de nuestra televisión, retrato bastante exacto de las tendencias de la vida pública española. Hay que repetir una y mil veces, porque parece que se nos olvida, que tenemos la televisión más inculta, chafardera e inútil de Europa, mérito que es justo distribuir por partes alícuotas entre todos los que en este viejo país han disfrutado de alguna parcela de poder. Un ejemplo eminente de la estupidez profunda de nuestra televisión son los programas de cotilleo y, más precisamente, el hecho de que se hayan convertido en mascarones de proa de la oferta general de la pantalla. Mimados por los programadores y engordados por las cadenas, los programas de cotilleo imperan sin oposición.
En su estela ha surgido una especie de mundo virtual protagonizado siempre por la misma gente; gente que, a fuerza de permanencia y comercio, ha conquistado el derecho a decir lo que venga en gana sobre cualquier cosa. La otra noche, cuando me aburrí de ver a Pilar Rahola y Montserrat Nebrera en La tribu, recalé en el gallinero de Dónde estás corazón, el desolladero rosiamarillo de Antena 3. Los opinadores del programa, que son los mismos que llevamos viendo en pantalla, abordaban (como piratas, o sea, a cuchillo) el caso de Lidia Bosch, que ha puesto una denuncia contra su marido. Ninguno de los sabios hermeneutas del caso tenía información significativa, pero eso da igual. Es prodigiosa la capacidad de esta gente para cubrir de mierda todo lo que toca (y ya me perdonará usted que emplee el término técnico más exacto para definir su trabajo). Si lo he entendido bien, al final de la ducha de porquería nos quedamos con tres argumentos fundamentales: a) Lidia Bosch es una inestable emocional y una mujer conflictiva que se lleva mal con todo el mundo; b) El marido de Lidia Bosch es un tipo muy religioso vinculado a los Legionarios de Cristo, lo cual, en boca del reconocido moralista Mariñas (indubitado Marco Aurelio de nuestro tiempo), ha de ser interpretado como una evidencia inculpatoria; c) Pese a que las dos partes del litigio son abiertamente sospechosas, el caso ha de tomarse con la mayor seriedad y debe declararse abierta la veda para hurgar en él hasta que la sangre aflore. Y cuando aflore, ahí estarán ellos para bebérsela. Y la tele seguirá mostrando estas cosas como densa nube de humo para que nadie vea la realidad. El opio del pueblo.