EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA
Tiempos
USTED YA SABE que Antena 3 estrenó hace tres semanas La chica de ayer -”hoy domingo toca episodio-”, versión española de la serie británica Life on Mars , cuya historia consiste en que un policía de nuestra época es transportado treinta y pico años atrás en el tiempo, hacia una situación en la que no había ordenadores, ni Internet, ni teléfonos móviles, ni cedés ni nada de eso.
Ahora Canal Plus estrena la serie original, la inglesa, que es mejor, aunque seguramente nos resultará más lejana. Pero lo más divertido es el procedimiento que Canal Plus ha escogido para promocionar el estreno entre los periodistas del ramo: nos ha mandado una cajita con un una casette y un bolígrafo bic. La humorada del Plus no deja de ser exquisita. Los periodistas más jóvenes que hayan recibido el obsequio habrán puesto la misma cara que el zoólogo que descubre un fósil. Para los que ya peinamos canas, por el contrario, el regalo es una invitación a la nostalgia.
Hace sólo veinticinco años, en efecto, todos íbamos a casette y boli. Tomábamos notas en blocs de cuadritos y grabábamos voces con un magnetófono. Los artículos y las noticias se escribían a máquina y, después, se enviaban a un departamento llamado Confección -”a veces, con nombres aún más exóticos-”, donde un mecanógrafo las convertía en texto impreso.
Por cierto que el procedimiento de envío del texto original, en determinados lugares, era de lo más singular: dentro de botes que circulaban a través de cañerías, impulsados por aspiración de aire. Una vez compuesto, el texto salía en largas tiras de papel plástico que se llamaban galeradas. Y éstas, una vez corregidas, se montaban sobre la maqueta en una mesa de luz, para lo cual tenían que pasar la severa prueba de un hombre armado con un extraño aparato llamado tipómetro. No había teléfonos móviles, ciertamente, aunque a principios de los ochenta ya hubo pioneros que disponían de unos aparatos llamados motorolas y que eran una especie de estación de radio ambulante, del tamaño de un maletín de ejecutivo. Yo no vi un ordenador en una redacción hasta el año ochenta y ocho (en el viejo ABC madrileño de la calle Serrano). A cualquiera que tenga menos de treinta y cinco años, todo esto le resultará inimaginable. Y lo cierto, sin embargo, es que los periódicos salían y no sólo eso, sino que incluso se leían más.
Reflexión: todas esas cosas que nos parecen imprescindibles simplifican mucho la vida, sí, pero en realidad son bastante superfluas. Por cierto: del pack retro que el Plus nos ha regalado, lo más notable es que uno mueve una pestañita de la casette y aparece un lápiz USB para enchufarlo al ordenador. Qué talento, el de los chicos del Plus.