OPINIÓN | EMILIO GANCEDO
Un filandón con muchos decibelios
¿QUIÉN «chilla» más: cuatro paisanos contando cuentos o un local de copas en pleno chunda-chunda ? No respondan todavía hasta conocer el desenlace: los asiduos asistentes a un filandón que desde hace ya varios años se viene celebrando en una taberna del barrio de Santa Ana no daban crédito cuando la Policía se personó en el local procediendo a «clausurar» el espontáneo hilorio por el alto volumen de las palabras lanzadas al aire, y quizá también por la gran potencia sonora de instrumentos como el pandero o la gaita de fole.
El filorio se deshizo y sus asistentes salieron al exterior: allí comprobaron cómo, justo al lado, un local atronaba la calle con todo tipo de sonidos electrónicos, calle por cierto «adornada» por los vómitos de sus parroquianos. A diferencia de la taberna, el pub siguió, tranquilamente, con su aturdidor ritmo festivo. Y estos cierres han tenido lugar ya varias veces.
Está claro: parece que a la autoridad (o al bar de al lado) le molesta que la gente se junte, comparta y piense, es decir, el verdadero espíritu de la hila. ¿Qué filandón queremos que sea Patrimonio de la Unesco, ese, el de verdad, o el de plexiglás, el de focos y escenario?