Diario de León

EL INVENTO DEL MALIGNO | JOSÉ JAVIER ESPARZA

Águila

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JOSÉ JAVIER ESPARZA
León

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EL PRODUCTO SORPRESA de la temporada ha sido, muy probablemente, Águila roja , el serial-cómic del ninja barroco que ha fabricado Globomedia para TVE-1. Las cifras de audiencia de esta serie han sido espectaculares: esta semana despedía su primera temporada con más de cinco millones de espectadores.

La Primera, olvidando que la avaricia rompe el saco, quiso exprimir el limón hasta el pellejo y el viernes noche repitió el capítulo de despedida: el fracaso ha sido de los que hacen época (una cuota de sólo el 9%), pero eso no quita para declarar sin ambages el éxito del producto. Yo creo que es justo reconocerle a Águila roja sus méritos, que hay que inscribir sobre todo en el ámbito de la eficiencia: es un producto extremadamente eficaz, de esos que seducen al público de inmediato, por las mismas irracionales causas que nos seducen un perfume de señora, el diseño de un automóvil, el color de un paisaje o el aroma de un solomillo.

¿Causas irracionales? Sí, pero racionalizables: al final, lo que atrae en Águila roja es tan básico como la mirada letal de Miriam Gallego, los muslos de Inma Cuesta, el torso atlético de David Janer, los chistes burdos de Javier Gutiérrez (Sátur) y, en el lado de los malos, las muecas western de Francis Lorenzo, el ambiente clandestino de los encapuchados, la crueldad infinita del verdugo torturador; todo ello salpicado con un buen culo o un buen escote en el momento adecuado, más unas dosis sabiamente dosificadas de sangre y tormento, y por supuesto, oportunamente envuelto en un ritmo trepidante, con escenas de acción muy bien hechas y, sobre todo, bien colocadas.

El resultado final es tan atractivo como un buen cómic, y lo dice alguien que considera el cómic como el octavo arte.

Ahora bien, una cosa es reconocer los méritos de un relato eficaz, y otra muy distinta dejarse llevar por el entusiasmo. Águila roja tiene muchas cosas muy poco defendibles, y en especial la violencia conceptual que aplica sobre la Historia de España.

Janer, el protagonista, dijo en cierta ocasión que no veía justificadas las críticas a la deformación histórica de este relato, porque en Águila roja la Historia sólo es una «excusa estética». Es un buen argumento, pero no puede tomarse demasiado en serio.

No, al menos, en un país cuya Historia, en el momento que supuestamente ambienta esa serie, aparece protagonizada por personajes como los tres Felipes (II, III y IV), la princesa de Éboli, Antonio Pérez, Juan de Austria, etc.

Y tampoco puede tomarse en serio cuando se trata de un relato que, en su libre «ambientación», recurre a licencias tan extravagantes como sacarse de la chistera nada menos que un guerrero «ninja» para trasplantarlo al Siglo de Oro.

O sea: éxito, sí; pero no exageremos.

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