| Retablo leonés | Una pieza singular |
La pila visigótica de San Isidoro
De 65 centímetros de altura y fechada en el siglo VI, ha sido objeto de múltiples tesis, aunque todos coinciden en que sirvió para bautizar a los nuevos cristianos por el método de inmersión
león
No resulta difícil, para los que dedicamos nuestra pluma a divulgar viejos detalles de la vida leonesa, coincidir en ciertos lugares y circunstancias donde se acumulan páginas de nuestra historia local por la gran densidad de los hechos relevantes que allí han ocurrido. Es el caso de la nunca bien ponderada y conocida, basílica de San Isidoro, de la que ya nos hemos ocupado en anteriores Retablos.
Queremos resaltar hoy, con cierto detalle, la peripecia que rodea a una de las pilas bautismales más antiguas de los primeros tiempos cristianos, y que con casi absoluta seguridad, se trata de la pieza arqueológica de más edad de cuantas se conservan en la Diócesis Legionense, dedicada en su día al cometido sacramental que justifica su origen.
La descripción general de esta auténtica joya en piedra caliza, cuyos caracteres artísticos bien pueden remontarla al arte visigótico del siglo VI o VII, se centra en su forma de pirámide cuadrangular truncada invertida que hace presentar cuatro caras ligeramente trapezoidales. Su altura es de 65 centímetros y la distancia entre sus ángulos es de un metro y diez centímetros; las cuatro esquinas lucen un par de columnillas funiculares rematadas por suaves capiteles, en las que se cree ver la intención de dar figura a hojas trepadoras con su funículo superior colgante. Los ocho capitelitos están coronados por una cornisa que corre en torno al perímetro superior de la pila. Todo el conjunto descansa sobre un bello rodapié adornado con doble hilera de tréboles, muy al estilo de frisos y frontis secularmente contrastados como visigóticos, que podemos admirar en iglesias cercanas a nuestro entorno regional, como son la de Quintanilla de las Viñas (Burgos) o San Pedro de la Nave (Zamora).
Muchos son los arqueólogos, y más todavía los aficionados a una pseudoarqueología, que han dejado escritas sus tesis e interpretaciones acerca de nuestra singular pila bautismal. Llama la atención, sin embargo, la disparidad de criterios en cuanto a su datación, procedencia y forma de uso: pero lo que llega a verdaderos extremos de dispersión interpretativa, es la gran variedad de simbolismos que cada autor cree ver en el estudio detallado de las cuatro caras que componen su morfología. La primera tesis conocida -”al menos por este cronista-” es un estudio monográfico de la pila realizado por el eminente arqueólogo santanderino, Manuel e Assas y de Ereño (1813-1880), académico de la Real de la Historia y Catedrático de Arqueología en la Escuela Diplomática, que a mediados del XIX, lo publica bajo el título Pila Bautismal de la Iglesia de San Isidoro (vulgo San Isidro), en la ciudad de León, más tarde aparecieron diversos estudios avalados por personas tan prestigiosas como, Julio Pérez Llamazares (1920), Gómez Moreno (1925), Domínguez Berrueta (1957), Francisco Roa Rico (1966), Antonio Viñayo (1972), Lázaro Villanueva (1982)... y la autoridad carismática de Pijoan, que al principio de los años sesenta, confirma en su monumental obra Summa Artis, la datación visigótica de la pila, dando así por terminada la vieja polémica de su clasificación artística y temporal.