Diario de León
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El invento del maligno JOSÉ JAVIER ESPARZA

d os noticias muy importantes para el panorama televisivo han quedado casi sepultadas por el fragor del fin de la campaña electoral. La primera es el anuncio de la reducción de la publicidad en TVE, reducción cuantificada en hasta doscientos millones de euros; eso significa que tal cantidad queda «liberada» para acudir a las cuentas de ingresos de las cadenas privadas, que ven así sustancialmente aumentado su trozo del pastel.

La segunda noticia es el fin de las hostilidades en la «guerra del fútbol»: La Sexta y Sogecable (según el comunicado emitido por esta última empresa) se reparten el botín, seguirá habiendo un partido «en abierto» los sábados, otros dos en canales de pago y los demás en «pago por visión», pero en régimen no exclusivo. Consta, porque se ha «filtrado» y no se ha desmentido, que en el acuerdo final ha intervenido directamente la presidencia del Gobierno. Hay quien ha visto aquí un principio de fusión o, al menos, colaboración entre los viejos enemigos, ahora reconciliados al agradable calorcillo del dinero. Hace sólo unos meses, ambas empresas tenían que afrontar unas deudas que a usted o a mí nos llevarían a la cárcel de inmediato; ahora el paisaje se abre y, como suele ocurrir en el mundo de los «grandes», el dinero brota desde el vacío para auxiliar al tiburón. Digamos toda la verdad, puesto que demasiada gente parece inclinada a no levantar la liebre: estamos ante una jugada político-mediática de enorme alcance, posiblemente la más osada que hemos visto ahora y, desde luego, mucho más ambiciosa que los torpes movimientos de la época Aznar. Lo que se va configurando es una enorme coalición mediática de estricta obediencia socialista cimentada sobre el negocio común de los espectáculos deportivos. Junto a ese conglomerado, unos medios de titularidad pública domados sin paliativos. Y para extender la influencia fuera del propio campo, esa otra finta que consiste en reducir brutalmente los ingresos publicitarios de RTVE para aumentar los beneficios de las cadenas privadas por el mismo concepto y, de esta manera, ganarse su benevolencia; una jugada que podríamos calificar como brillante si no fuera porque esta reducción publicitaria, al final, la pagaremos todos los ciudadanos, como de costumbre, porque, si no, ¿cómo se va a financiar TVE? Una TVE, por cierto, que en estos últimos meses había conseguido salir de su letargo para convertirse nada menos que en líder de las cadenas españolas durante medio año consecutivo. Pero lo peor, sin duda, es la indiferencia casi general ante esta evidente distorsión del panorama televisivo. ¿Qué está pasando?

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