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León

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El invento del maligno josé javier esparza

En otras circunstancias sería noticia cotidiana no sólo en TVE, que es su casa madre, sino en todos los demás medios de comunicación: el triunfo internacional de la serie de animación Pocoyó , uno de los pocos productos de los que nadie ha sido nunca capaz de decir nada negativo, sencillamente porque no hay nada negativo que decir. -˜

Pocoyó , para quien aún no lo sepa, es esa serie de dibujos creada por la casa española Zinkia y pensada para estimular a los más pequeños a base de relatos cortos con personajes simpáticos. La última noticia es que Pocoyó aborda el mercado chino. En China, como en todas partes, el grueso de la animación para la tele es de origen japonés y norteamericano.

Como los chinos creen que estos productos «influyen demasiado en la mentalidad de los niños», han optado por aumentar la producción nacional (china) y limitar las importaciones a productos de tipo educativo. ¿Y cuál es el producto de animación para niños más prestigioso en todo el mundo por sus virtudes didácticas?

Uno de los principales, Pocoyó , que ya circula por más de cien países. Es impresionante, porque este producto, que en la televisión se limita a unos pocos minutos diarios en una cadena pública minoritaria (La 2), sin embargo se ha convertido en un auténtico fenómeno mundial de masas.

Esto nos dice mucho sobre el lugar secundario que la tele ha empezado a jugar.

La verdad es que el público familiar se va alejando progresivamente de la televisión. No es que a las familias españolas les haya entrado un súbito malestar de conciencia ante las porquerías que se ven ahí (estos malestares siguen siendo cosas de minorías), sino, simplemente, que en los últimos años han aparecido formas de ocio y entretenimiento mucho más gobernables que la llamada «pequeña pantalla», y en general desde esa misma pantalla.

El mercado del vídeo se expande, todos compramos o alquilamos DVDs, hay quien se abona a la wii para jugar colectivamente y, al mismo tiempo, los adolescentes abandonan la caja tonta para sumergirse en el ordenador (que, con frecuencia, es una caja más tonta aún).

En esas condiciones, ¿qué hacen los canales de la televisión convencional? Tratar de recuperar al público menor proponiéndole plataformas comerciales masivas (véase cualquiera de los «contenedores infantiles» de nuestras cadenas), atándole a series para adultos cuyos capítulos se repiten hasta la saciedad (desde Los Simpsons a Padre de familia ) o, si son más mayorcitos, relatos destinados a expandir sin límites su ego, como Física o química .

En un contexto así, que exista algo como Pocoyó es una bendición: demuestra que todavía hay alguien que se toma en serio a los niños desde la tele.

Por ejemplo, los chinos.

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