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León

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El invento del maligno javier martín-domínguez

No hay dictadura que se precie que no recurra a la censura en televisión. Estos días asistimos al esfuerzo de los ayatolás por colocar el velo delante de las cámaras para evitarnos el disgusto de ver al pueblo iraní enervado, en continua manifestación, acusando al régimen de corromper las urnas. El esfuerzo de la desinformación se ha vuelto titánico para los censores. Ya no basta con expulsar periodistas y confiscar cámaras. Ahora un teléfono móvil con cámara les revienta el secreto, y las transmisiones por satélite o por las redes sociales de Internet tipo Twitter son difíciles de cortar. Es imposible atajar ese círculo de la información clandestina que consigue salir al exterior para ser devuelta a territorio iraní gracias a las nuevas tecnologías y saltarse así la censura interna,

Justo hace 30 años se inició la revolución islámica y los ayatolás recurrieron entonces a la estrategia contraria: poner todos los focos sobre Teherán para que el mundo no perdiese detalle de aquella desafiante toma de la embajada estadounidense y de sus rehenes.

El nuevo régimen se asentó a golpe de televisión, aupando a la categoría de héroes a los embozados guardianes de la revolución que producían la taquicardia de Washington. La cadena ABC creó un programa nocturno diario, América secuestrada , al que añadía en el título el número de días que iban transcurriendo del secuestro. Dirigido por Ted Koppel, el espacio derivó en uno de los formatos de informativos de televisión mas relevantes, Nightline .

Koppel aguantó con la formula del directo y las entrevistas políticas sobre temas candentes durante 25 años. Los herederos de Jomeini y su república islámica planeada para la eternidad han sobrevivido al programa. Pero justo ahora andan metidos en el lío de controlar la televisión y adaptar su formato político.

Aunque todos sabemos que prácticamente nada dura para siempre, menos las ganas de ser libre y poder contarlo.

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