Diario de León

El invento del maligno | TELEVISIÓN

Kas

Publicado por
josé javier esparza
León

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A usted a lo mejor le ha resultado una cosa muy familiar, pero yo he de confesarle que me quedé de piedra la otra noche, sobrevolando La Noria de Telecinco, al ver allí a una señora que responde al nombre de Makoke. Una señora estupenda, por cierto: luego le he visto fotos en el interné que corroboran mi primera impresión. Yo a esta señora no tenía el gusto, pero gracias a La Noria me enteré de que estaba casada o así con Kiko Matamoros, que es el más ancho de los famosos telecalvos. Luego, averiguando, aprendí también que doña Makoke es importante por la relación que mantenía con la difunta Carmina Ordóñez. Y en cuanto a la materia de su aparición televisiva, todo se reduce a la ruptura de la relación sentimental de la pareja; ruptura avanzada en ese mismo programa, creí entender, por el ancho Kiko, porque la una y el otro pertenecen a esa nueva casta social de famosos profesionales, es decir, gente que sale ahí por el mero hecho de existir. Lo siento mucho por ambos, porque estas cosas siempre son dolorosas; pero cuando uno ventila tales asuntos en la caja de luz, es porque ya se ha acostumbrado a que sus problemas privados se aireen en la plaza pública. Y digo yo: ¿qué más nos da a usted o a mí, solidaridades humanas al margen, lo que haga esta pareja con su vida? Pero allí estaba doña Makoke, como antes don Kiko, consumiendo fuego en la ciclópea falla del espectáculo televisivo. «Kiko, Makoke, Kaka», leo en un blog internetero. Si esto hubiera tenido que escribirlo un poeta de lance en el Siglo de Oro, no habría dudado en titularlo así: «Espejo de los ásperos desamores de Don Kiko y Doña Makoke». Y el público, al ver tanta «k» en el título, de inmediato sospecharía hallarse ante una historia de la corte japonesa, porque en aquella época la «k» no se estilaba, e incluso el vasco se escribió hasta el XIX con «c» y «q». Es interesante, esto de la «k». Hoy millones de españoles lo escriben todo con «k». La ponen en sus sms, en sus tatuajes, en los comentarios que dejan en la web, en los chafarrinones que pintan en las paredes y hasta en los hipocorísticos de sus hijos. El personal ha descubierto que la «k» es una bicoca, porque la puedes dejar por todas partes y te evita tener que saberte las reglas de ortografía; además, como suena más atávica, por eso mismo parece más moderna, porque hoy lo «in» es acercarte al entorno troglodita. Hoy Para esta España de la «k», o sea Kespaña, se hace la mayor parte de la televisión que nos meten por los ojos. Una televisión con «k», mal dicha y peor escrita.

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