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El cineasta Manuel Gutiérrez Aragón conduce este viaje musical de cinco capítulos que emitirá la cadena pública

Gutiérrez Aragón, un gran enamorado de la isla, coordina esta producción.

Gutiérrez Aragón, un gran enamorado de la isla, coordina esta producción.

Publicado por
josé javier esparza
León

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El invento del maligno

I nteresante programa, el de la otra tarde: cinco periodistas de muy buen nivel se emplearon a analizar diferentes escenarios de la política internacional: el uranio iraní, las elecciones en Túnez, la situación en Afganistán-¦ Lo hacían pausadamente, ante una cámara serena, con turnos que duraban bastante más de cincuenta y nueve segundos, y en los cuales aquellos señores acreditaban una formación muy notable: conocían bien los datos geopolíticos, económicos, estratégicos, también los entresijos y las bambalinas del poder. Es el tipo de televisión que le lleva a uno a pensar que es posible utilizar la pequeña pantalla para ofrecer al ciudadano elementos de juicio, fundados y serios, que ayuden a entender lo que pasa alrededor.

¿Qué programa era? Ninguno español, por supuesto: era un espacio de una cadena francesa, zapeado al azar en una habitación de hotel. Pregunta: ¿Por qué en nuestros canales no hay ningún espacio así? En las cadenas de pago es posible encontrar, con alguna frecuencia, espacios del mismo corte, pero sólo en el conjunto de unas programaciones exclusivamente informativas.

Si buscamos en nuestros canales convencionales -”en cualquiera de ellos-”, no hallaremos nada parecido. Dicen -”y repiten-” que es que a los españoles no les interesa la política internacional. Es muy verosímil. De hecho, conozco a gente que sólo ahora ha tenido noticia de la existencia de un país llamado Somalia (alguna de esa gente había visto en su día Blackhawk down , la película de Ridley Scott, pero no retuvo del argumento más que el ruido del helicóptero).

Pero los espectadores no son los únicos que desdeñan la información internacional: los propios periodistas de nuestros canales, en sus codiciadísimos telediarios, tienden cada vez más a limitar ese capítulo a una colección de imágenes más o menos llamativas ilustrada con unos textos leídos tal cual vienen en los teletipos de las agencias mundiales. Es como si lo que ocurriera en el mundo nos importara un bledo.

Después nos secuestran un atunero en el Índico y pensamos que aquello que es como el Mar Menor, que lo puedes vigilar con lanchas de la guardia civil. Ortega habló una vez de la «tibetanización de España» para definir ese proceso de ensimismamiento que nos aqueja: no vemos más allá de nuestro ombligo. A juzgar por el carácter medio de la programación de nuestros canales, la vida nacional ya no gira siquiera en torno al ombligo, sin más bien alrededor de órganos menos nobles. Lo sabemos todo sobre Belén Esteban y lo ignoramos todo sobre el uranio iraní. Para enterarse de las cosas que importan hay que acudir a canales extranjeros.

Veamos la parte positiva: es una forma de aprender idiomas.

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