Diario de León

Entrevista | Emilio Torné | editor de calambur

«Mestre tiene toda la casa roja de Calambur encendida para él»

El editor de Calambur, Emilio Torné.

El editor de Calambur, Emilio Torné.

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cristina fanjul | león
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Ha publicado a los grandes de la poesía leonesa. Los versos de Colinas, Crémer, Pereira y Gamoneda se atesoran en una editorial -Calambur- que los mima porque sabe que, como él mismo recuerda recitando a Juan Ramón, la buena poesía debe ser como una estrella: parecer un diamante y encerrar un mundo. Emilio Torné nos muestra en esta entrevista cuál es el suyo.

-¿Sigue siendo la poesía una manera de burlar la realidad? Lo digo por el nombre de la editorial y su significado.

-Algo de juego tiene la poesía, sí. Recuerda que Nietzche pensaba que la madurez consiste en recuperar la seriedad con que jugábamos de niños. Se trata, pues, de un disfrute que va en serio, de una imaginación que no es escape de la realidad, sino conciencia, o de un dolor que se tiñe de ironía y hasta de burla, como tú decías. El nombre de la editorial, Calambur, algo expresa de esto, cómo el juego con las palabras nos abre significados nuevos y nos acerca a lo que no hemos visto, a lo que no esperamos, a lo que no conocemos.

-¿Sale rentable buscar los nuevos significados que nos abre la poesía para una editorial?

-Rentabilidad es una palabra un poco gruesa para una modesta editorial literaria. Seguro que un economista encorbatado diría que no; sin embargo, sobrevivimos, que no es poco, desde hace ya casi veinte años.

-Con obras como «El río de los amigos», un homenaje a Gamoneda que acaba de publicarse. ¿Cómo surgió y se desarrolló la idea?

-La idea partió de un joven y entusiasta poeta leonés, Rafael Saravia, que nos fue contagiando a todos en este encuentro y diálogo con el maestro Gamoneda. En este libro, un grupo de poetas y críticos celebra la trascendencia de la obra de Gamoneda y lo mucho que ha aportado al último devenir poético en español. Participan desde el Premio Cervantes Gonzalo Rojas, pasando por poetas de diferentes generaciones como Colinas, Diego Jesús Jiménez, Tomás Sánchez Santiago, Riechmann o Méndez Rubio, y críticos como Prieto de Paula o Miguel Casado, hasta un total de 34 colaboraciones. De este diálogo creativo y reflexivo surge un volumen atractivamente heterogéneo, que estoy seguro de que aportará luz a la obra y al influjo de Gamoneda, al tiempo que resulta de muy grata lectura.

-¿Cree que la poesía leonesa tiene algo en común? ¿Qué une a escritores como Gamoneda, Colinas, Crémer o Mestre?

-Por un lado, no diría yo que posean demasiado en común. Y si alguno de los citados, u otros, muestran semejanzas o afinidades, no creo que sean debidas, en una medida significativa, a su condición de leoneses. Dicho esto, lo que es innegable es el esplendor de la poesía (de la literatura) leonesa desde la segunda mitad del siglo XX. Es un caso singularmente relevante dentro de la geografía española. Y esto ha supuesto un formidable caldo de cultivo que favorece el desarrollo de personalidades poéticas relevantes. En ese sentido sí que hay un innegable «factor leonés», lo llamaría yo, en esta nómina de excelentes poetas. El catálogo de Calambur es prueba de esta pujanza, ya que además de los cuatro poetas que citas en tu pregunta, recoge a Antonio Pereira, Marifé Santiago Bolaños, Carmen Busmayor, Andrés Trapiello o al leonés afincado José Luis Puerto. Además de la prosa del gran Sabino Ordás, heterónimo de José María Merino, Luis Mateo Díez y Juan Pedro Aparicio.

-¿Considera que las obras completas de Crémer pondrán su poesía en el lugar que se merece?

-La poesía de Crémer gozó de un temprano y merecido reconocimiento. Y creo que la consideración de críticos y lectores ha mantenido un sorprendente nivel a lo largo de décadas. Pero a pesar de esto, comparto con usted que esta edición de la poesía de Crémer ofrece una oportunidad única de acercarse a esta vasta obra, de conocerla en detalle y en su evolución, y por lo tanto de fortalecer el lugar indiscutible que la poesía de Crémer ocupa entre los mejores poetas del siglo XX.

-¿Tuvo la oportunidad de conocer a Victoriano? ¿Qué le pareció? ¿Hay alguna anécdota sobre la elaboración de Los signos de la sangre?

-Desgraciadamente no lo conocí. Todo el desarrollo editorial corrió a cargo del profesor José Enrique Martínez, el editor literario de este volumen, a quien debo agradecer públicamente su labor siempre atinada y generosa. Victoriano andaba ya bastante sordo, me decía José Enrique, por lo que yo esperaba conocerlo el día de la presentación, aquí en León. No pudo ser. Él ni siquiera vio el volumen impreso, ¡por tres días, después de 102 años de vida!

-¿También este año falleció Antonio Pereira. ¿Hay algo en cocina sobre el gran cuentista villafranquino?

- Calambur tuvo el privilegio de editar Meteoros , la poesía reunida por el propio Pereira. Se trata de uno de nuestros títulos señeros. Así que ahí quedó recogida su poesía. Pero la Fundación Pereira sabe que nos tiene encantados a su servicio para cualquier proyecto relacionado con la obra y la figura de uno de los mejores escritores y una de las personas más finas que me haya sido dado conocer.

-Acaban de conceder a Juan Carlos Mestre el Nacional de Poesía por un libro publicado por Calambur, «La casa roja». ¿Cuál fue su primera impresión al leer el poemario? ¿Está preparando alguna novedad con Mestre?

Mi primera impresión fue que iba a ganar el Premio Nacional de Poesía, (jajaja). No, uno no piensa en premios. Recuerdo bien el deslumbramiento, aunque ya conocía buena parte de los textos, ante un universo poético de tal fuerza, de tal personalidad, de tal brillantez y hondura a un tiempo. Me sentí un privilegiado por poder editar ese libro. Recuerdo que pensé en lo que decía Juan Ramón de que la poesía debe ser como la estrella, que parece un diamante, pero es un mundo. Hijos de la palabra mágica de Mestre, surgen el pensamiento, la conciencia civil y la dignidad humana. Respecto a lo nuevo, acabamos de publicar una traducción de Ledo Ivo, firmada por Guadalupe Grande y Juan Carlos Mestre, quien conoció al formidable poeta brasileño hace tiempo a través de Antonio Pereira. Por último, en lo que se refiere a su propia creación, Mestre tardó nueve años en cerrar La casa roja. Ignoro cuando alumbrará el próximo libro, pero si él así lo quiere, desde luego que tendrá la casa roja de Calambur toda en cendida para él.

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