Bufones
El invento del maligno
K armele a Eurovisión. Eso dicen en Telecinco. La ex periodista Karmele Marchante aspira a repetir el fenómeno chikilicuatre y representar a las cadenas españolas -”ya no sería sólo TVE-” en el festival eurovisivo de la canción. Es una de las bufonadas más notorias que han salido de la caja de luz en el último medio siglo. Sin duda, por eso la han sacado.
El lugar de origen del rumor -”o bulo, o broma, o lo que sea-” es, por supuesto, Sálvame , el acreditado y exquisito programa cultural que preside Jorge Javier Vázquez, ese hombre al que han dado sopas con Ondas.
Tal y como ha difundido la cadena, Karmele ya ha empezado su carrera para transformarse en una pop star queen . La verdad es que últimamente hemos asistido a transformaciones espectaculares, entre otras cosas por los prodigios de la cirugía. Aún así, creo que para convertir a Karmele en pop star haría falta algo más que cirugía; sería más fácil que aspirara a convertirse simplemente en drag queen , por ejemplo.
Naturalmente, a la noticia no hay que darle más relieve del que tiene: no es más que otra movidilla de Sálvame , programa muy pródigo en estas cosas, para que «todo el mundo» hable de él. El márketing televisivo ya es inseparable de la ingeniería del bulo, la provocación y la gamberrada. El propio «fenómeno Chikilicuatre» fue un ejemplo de eso.
Los cerebros de estas operaciones juegan con la baza de la credibilidad: «si lo dice la tele, será verdad», sigue pensando una porción del público -”esa misma porción que mira la pantalla con ojos de plato y boca babeante-”.
Así se explota la credulidad del pueblo con bazofia televisiva como en otro tiempo se explotaba con ungüentos milagrosos. Junto a esa porción de incautos, se añade otra no menor de gamberros, es decir, ese mismo público que no le pide a la tele otra cosa que risotadas zafias y montañas de lodo para rebozarse a gusto.
Unos y otros constituyen la base de la telebasura. No son, ni mucho menos, mayoría, pero su fidelidad hace que satisfacer a este sector se haya convertido en un negocio muy rentable.
Tan rentable que uno, en determinadas circunstancias, puede prescindir de sus escrúpulos, enterrarlos bien hondo, dejar de ser periodista para convertirse en showman y, después, dejar de ser showman para ser simplemente bufón.
Es un negocio como cualquier otro; sucio, sí, pero con su cuota de mercado. Lo lamentable es que, a veces, el bufón pretende seguir exigiendo al público que lo respete como si de un profesional se tratara. Semejante pretensión da lugar a situaciones patéticas, porque el bufón, por su propia cualidad, ha de aceptar que el público le arroje tomates y hortalizas.
Preparemos el material.