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Reportaje | pacho rodríguez

«Felicidad es bailar -˜agarrao-™ con la vida»

El leonés Germán González presentó en el Instituto Cervantes su libro «Apriete el botón. El reconocimiento. Emociones que unen», para la superación individual y de grupos

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León

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Atención a esa bola de discoteca de la fotografía, junto al leonés Germán González (Villaverde de la Chiquita, 1961). Tal vez, por lo que allí dijo, acepte una propuesta: la felicidad es bailar agarrao con la vida. Germán habla mucho y escribe libros y, por ello, en un templo de las letras, el Instituto Cervantes, presentó esta semana Apriete el botón. El Reconocimiento. Emociones que unen , triple título para una publicación que, de la mano de Eolas Ediciones, editorial leonesa del incansable Héctor Escobar, se sitúa en la corriente actual de libros de mejora de la motivación y superación individual y de grupos.

Al autor nos lo presenta como profesional que, junto a su mujer, Ana María Liñares, coautora del libro, ofrece cursos a empresas para mejorar relaciones, rendimientos, habilidades sociales y demás. Dicen de González, hermano del popular escultor Amancio, que es uno de los gurús españoles más reconocidos en formación y dirección de empresas.

Escobar, para presentar el libro, le propuso que hablara de La felicidad en tiempos de crisis. Como autor, como hombre de palabra, capaz de asumir retos, aceptó. Y como leonés sacó el retrovisor y por allí vimos Riaño, el Esla, el León de los años 80-¦ Y la discoteca Garden. Pero no fue una historia nocturna y canalla la que contó. Fue su forma de demostrar que la felicidad está ahí, a unos cuantos bailes-¦

Claves para ser feliz. Es decir, que todo encajaba porque si hay un objetivo ese es el de la felicidad. Y Germán González, en primer lugar, lo que explicó fue que la felicidad está en cada uno. «Nacemos con esa capacidad para ver los obstáculos y conseguir salvarlos», narró a los presentes en su peculiar conferencia. Y dio una las claves: «Hay que aprender a jugar las cartas que uno tiene, que son las que son. Ni buenas, ni malas». Y dijo algo fundamental: «Cada uno tiene sus obstáculos y tiene que tratar superarlos. Cada uno los suyos. Esa es la carrera de la felicidad».

Pero el ejemplo que puso fue jugosos y leonés. De cuando tenía 18 años y 600 pesetas semanales. Y quería bailar lento y lo más que veía era dar vueltas a la bola de la discoteca.

«Me acercaba a una chica le pedía bailar y me decía que no, un viernes sí y otro también». Sonaba Woman in love, de Babra Streisand, por aquel entonces en el Gardens y esta pasada semana en el Cervantes, que González puso un fragmento. Y después, Otro corazón destrozado , de Bony Tyler. Y, final y triunfalmente, Je t-™aime-¦

Entre medias muchos noes, uno por viernes. «52 semanas a 300 pesetas y siempre un no, no es rentable. Me decía. Pero yo quería bailar, porque yo sabía bailar muy bien, pero no tenía la oportunidad», narraba González.

Una buena tarde, un amigo le dijo a González algo tajante: «Una persona como tú tiene que pedir bailar no una sola vez sino quince». Para Germán este momento es lo que él reconoce como pequeños despertares.

A partir de ese momento, «yo era el mismo, con las botas camperas y pantalón vaquero de la época, la corbata de plástico y estrecha. Pero, a partir de ese momento, era otra persona», contó González. Y añadió: «Preguntaba a una: ¿bailas? Y me decía que no y yo encantado. Una menos. Hasta quince-¦ Otras me decían: no, es que somos de Valladolid. Y yo, bueno, dos menos-¦

Como no soy tonto dejé a la que me gustaba para el final. Y bailó». Aquello era una cuestión de estadística y de esfuerzo, pero Germán González remató su excelente y amena exposición hablando del hábito. Que puede haber uno interesante: el de ser feliz. Y nunca parar de bailar.

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