Diario de León

FÓRMULA 1. GRAN PREMIO DE MALASIA

Alonso se lleva un sofocón

Rompe el Ferrari después de una abrupta carrera sin embrague y deja el liderato del Mundial en manos de Massa. Vettel se lleva el triunfo parcial por delante de Webber

Fernando Alonso, en solitario, tuvo que hacer frente a los serios problemas de su monoplaza que le l

Fernando Alonso, en solitario, tuvo que hacer frente a los serios problemas de su monoplaza que le l

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SEPANG | JOSÉ CARLOS J. CARABIAS
León

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«Fernando ha realizado una carrera heroica». La declaración de Stéfano Domenicali sonó tremenda en el paddock de Sepang, como si hubiese visto otra carrera y estuviese regalando humo a los oídos inquietos de los enviados especiales a la jungla. Resultó que el jefe de Ferrari tenía los datos, el mapa del terreno y el origen del comentario. Nada es lo que parece en la Fórmula 1. Nunca. Alonso perpetró una carrera por dentro de su habitáculo, sin invitados a la vista, y otra, de puertas afuera, la que se escucha pero no se aprecia en la tele. Corrió sin embrague, en una paradoja de apariencia incomprensible: tenía que acelerar cada vez que requería el freno motor de su coche. A última hora, en una cabriola aparatosa dadas las condiciones del Ferrari, intentó rebasar a Button y se quedó sin nada. Sin dos puntos y sin el maillot de líder del Mundial, que recae en Massa. Red Bull se sacó las espinas e hizo el doblete con Vettel y Webber.

No hay muchas dudas respecto al diagnóstico que flota en el ambiente de la Fórmula 1. Los mejores pilotos, de largo, son Alonso y Hamilton, los dos inquilinos del desdichado McLaren 2007. Y, a cierta distancia, asoma Vettel con su rutilante trayectoria como tripulante de Red Bull. Pero la jerarquía de Alonso y Hamilton no se pone en discusión. Conducen más rápido. A caballo de su virtud al volante, Hamilton trepó nueve posiciones en tres vueltas sin que mediaran accidentes. Salió el 20 y unos kilómetros más allá viajaba undécimo en un visto y no visto. Con el tanque de gasolina lleno y los neumáticos duros, los que teóricamente menor rendimiento ofrecen. Una exhibición en tres giros que entregó al inglés al pelotón de cabeza, ya preparado para dar guerra.

Y lo mismo Alonso. Asaltó la curva inicial con todo el empuje que le procuraba la remontada y se percató de que el coche tenía un agujero importante: el mecanismo del embrague no funcionaba al cambiar las marchas. El Ferrari se le fue largo por fuera en la curva inicial y en la confusión, el campeón español encontró la solución. Las paradojas de la F-1: al tocar el acelerador, el engranaje de las marchas se activó. Total, que la carrera de Alonso se convirtió así en un sin sentido: para bajar las marchas, tenía que acelerar. Un estrés constante en el vuelta a vuelta del que sólo se percatan los pilotos, los que de verdad conocen los entresijos de este deporte. La imagen que quedó, sin embargo, fue la de Alonso intentando adelantar a Button con el coche dañado a dos vueltas del final. Entonces surgió la señal para el público: el Ferrari con humo, rotura de motor.

No falló esta vez ningún resorte en el Red Bull de Vettel, cuyo dominio fue apabullante de principio a fin. Se merendó a su compañero Mark Webber en la salida y enfiló hacia el triunfo como impulsado en un raíl. El australiano debe ser el pasajero con más pesadillas de la F-1. Siempre pierde ante su compañero, el primer rival de todos.

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