Una pasión universal

Con la idea básica de que el fútbol existe para dar placer a las multitudes, allá por el año 1930 se disputó en Uruguay la primera edición de la Copa Mundial, auténtica puesta de largo de un deporte que, en palabras de nuestros bisabuelos, nació como «punto de educación física que tiende a desenvolver entre el público los gérmenes de la salud y de la robustez». El primer Mundial fue ganado por el país anfitrión, horas después de que el tanguista Carlos Gardel amenizase con sus canciones el serio protocolo del vestuario. A partir de entonces, y cada cuatro años, se repite el rito que enciende una pasión universal, pues el fútbol es un entretenimiento tan masivo y global que nos muestra lo parecidos que somos, más allá de culturas, razas o religiones.

El devenir histórico de los mundiales sigue un guión en el que brillan con luz propia equipos como el Brasil de Pelé, una obra maestra de arquitectura futbolística, o jugadores con la categoría de Maradona, capaz de inventar un estilo propio que era ciencia, arte, alegría y también un sofisticado ballet. Los nuevos tiempos han consagrado a Messi, revoltoso jilguero entre las líneas del área, y al portugués Cristiano Ronaldo, goleador que no tiene piernas sino cañones. Ambos serán objeto de la máxima atención durante el Mundial de Sudáfrica, un tumulto de pasiones en el que España está obligada a dar un paso adelante en la jerarquía futbolera y optar a su primer título en la categoría reina.

Acompañando las vicisitudes de unos y otros, conviene desempolvar el baúl de los recuerdos para repasar, con una sonrisa de nostalgia, las anécdotas y curiosidades que dan un pintoresco lustre a las sucesivas citas mundialistas. Esperando el definitivo golpe de mano de la Roja, que llegará sin duda en la final del día 11 de julio, disfrutemos de los entresijos del fútbol, ese fantástico espectáculo que, según cierto entrenador del Liverpool, no es que sea cuestión de vida o muerte. Es más importante que todo eso.