Entrenadores
Por definición, el fútbol está a merced de factores enigmáticos, caprichosos y hasta crueles. Esa pelota que sale rozando el poste, el defensa que tropieza en el momento más inoportuno posibilitando el tanto del equipo rival-¦ Para poner un poco de orden en todo este mosaico de posibilidades nace la figura del entrenador, normalmente un tipo de armas tomar que se las sabe todas y al que le suelen llover las bofetadas al menor contratiempo. Ahí tenemos el caso de Iriondo, un veterano que las vivió de todos los colores durante su etapa al frente del Betis. «¿Por qué no corre?», le preguntó a Rogelio en un entrenamiento en que se mostraba especialmente apático. A lo que el jugador respondió, con todo el gracejo de Coria del Río: «Porque correr es de cobardes, mister». Siempre con el propósito de que sus pupilos tanteasen más que tonteasen, el italiano Fabio Capello, seleccionador del combinado inglés que disputa el Mundial, es conocido por su costumbre de lanzar cuchilladas verbales al menor fallo de los jugadores. A él se debe una cita que ya forma parte del catecismo de los entrenadores actuales: «El fútbol moderno se juega sin balón».
Para los que prefieren la lírica, el entrenador y antes campeón del Mundo con Argentina, Jorge Valdano, suelta perlas como «Jugar contra un equipo que se defiende es igual que hacer el amor a un árbol». Sabias palabras, al igual que la fórmula para la victoria expresada por otro preparador argentino: «La clave de un buen equipo es no tener más que dos o tres tontos en el once titular». Todo un Quijote del fútbol, lo mismo que nuestro José Antonio Camacho, entrenador de la selección hispana que acudió al Mundial de Corea y regresó a casa después de un robo arbitral similar en calibre a las fechorías que solía perpetrar el mismo Luis Candelas. Pues bien, interrogado por los avatares deportivos de cierto equipo, el genial Camacho respondió: «Los clubes van cambiando; a veces para bien, a veces para mal». Auténtico Descartes.