El gran secreto

El niño preguntó a su padre qué era eso de entrenar a puerta cerrada. Y éste le explicó: «Que nadie pueda ver lo que haces, así puedes sorprender al rival». Luego, cuando el chaval ya se había marchado, aparentemente satisfecho con la respuesta, conversamos acerca de la verdadera esencia de lo secreto, mucho más misteriosa que la discreción acerca de una estrategia de ataque o de defensa. Y concluimos que el gran secreto es, precisamente, que no lo hay. Así de simple, así de complejo. Los aciertos tácticos -"por importantes que sean-" no explican una victoria, como tampoco los errores explican la derrota. Lo esencial suele radicar en aquello que no es posible aprehender. No quiero decir que en un partido predomine el azar sobre lo planificado, sino que lo más importante se escapa siempre a las teorías, como el arte no puede ser diseccionado como si fuese un cadáver. «Ya, ya ¿pero qué hay más importante que el resultado?», se me podrá preguntar; se me ocurre algo: tu posicionamiento vital ante el mismo, sea favorable o adverso. Ese es el verdadero gran secreto: puedes elegir cómo reaccionar ante tus éxitos y ante tus fracasos. Por ello, la sobriedad mostrada por Del Bosque es reflejo de algo que va mucho más allá de lo meramente gestual, y su defensa de Torres tiene una grandeza que trasciende el empecinamiento. El gran secreto es siempre el corazón, con el que también se meten goles. Y al que se los meten.

Del Bosque y su selección, sin pretenderlo, y quizá sin ser conscientes, están portando la antorcha de nuestros valores colectivos. Los niños están felices y nosotros hemos vuelto a creer en que los reyes nos traen regalos por haber sido buenos. Gracias. La humildad también forma parte del gran secre-

to, de ese que no existe, pero que

está siempre ahí. A por Paraguay.