Diario de León
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Opinión Susana Vergara Pedreira

Y sin embargo, su fuerza no radica en su saque, a 210 kilómetros por hora. Ni en su potencia física. Ni en su técnica. Ni en su formación como atleta. Ni en su capacidad de sacar partido a las nuevas bolas, al carbono ligero, a los cordaje de última generación. Ni en su mentalidad de ganador. Ni siquiera en su juventud. Está en su debilidad. Esa es su grandeza. La capacidad que tienen los dioses de convertirse en hombres y no al revés.

Sufre por él y por los demás. Se sobrepone al dolor propio pero le conmueve el de los otros. Por eso, sigue hasta el final. Por eso, enjuga con un abrazo las lágrimas de su eterno rival, el gran campeón derrotado.Por eso, siendo mejor, le sigue admirando. Construye sobre lo que hubo y no destroza. Y gana, no vence.Que hay que tener grandeza en la victoria y majestad en la derrota. Agradece a su rival su talla y su combate. Llora con quien llora y no aplasta a quien sufre. Estirpe de ganador.

Sobre la pista y fuera de ella, un hombre-niño enseña algunas lecciones de vida. El tesón, la voluntad, el esfuerzo, la superación, la bondad. Esa es su fuerza. Y su poder. Por eso, tiene un lugar en el Olimpo. El reservado a los héroes que fueron hombres y viceversa. Por eso es un mito.

Nadal lo sabe. Nada hace más grande que estar entre los grandes.

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