Diario de León

ciclismo. vuelta a españa

Mosquera llega al corazón

Atacó hasta reventar en la Bola del Mundo donde sólo el líder, Nibali, le aguantó, llegando a tener 18 segundos de ventaja a un kilómetro de la meta

El español Ezequiel Mosquera (Xacobeo) seguido por el italiano Vicenzo Nibali (Liquigas) en la recta

El español Ezequiel Mosquera (Xacobeo) seguido por el italiano Vicenzo Nibali (Liquigas) en la recta

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Benito Urraburu | navacerrada
León

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«Ezequiel, no tienes nada que perder, que no nos quedemos con las ganas de intentarlo» «Ezequiel, que está muerto, que tienes el triunfo en la mano, no mires hacia atrás».

Las palabras que le dirigía Alvaro Pino a Mosquera, por el pinganillo, eran sinceras, reales puesto que Nibali, en los últimos cuatro kilómetros de la etapa, los de la verdad, pasó por todos los estados en los que puede desenvolverse un ciclista. Era cierto que Mosquera no tenía nada que perder, que el segundo puesto era suyo salvo que sufriese un desfallecimiento. Sólo por ese final de carrera, la Vuelta a España ha merecido la pena.

Mosquera atacaba, Nibali se movía por impulsos. Se lanzaba él mismo sobre la bicicleta, se paraba, reposaba, y de nuevo volvía a poner en marcha la misma operación. Eran momentos agónicos, sobre unas rampas de cemento, con un asfalto impracticable, en los que Mosquera soñaba con poder ganar.

¿Qué piensa un ciclista en esos momentos? «En mi familia, en la gente que me ha ayudado. Necesitas tener la mente ocupada en algo para hacer más llevadero el sufrimiento. Es la única manera de soportar esa dureza». La Bola del Mundo está ya entre los grandes nombres de las montañas del ciclismo mundial. Le preguntaban a Nibali con que subida de las que conocía la comparaba: «Con Plan de Corones», explicaba este italiano que emplea siempre que habla una palabra: gestionar.

Es lo que hizo en esos tres mil metros interminables, en los que todos subían como podían. Nibali buscaba la figura de Mosquera por delante de él. En algunos momentos no le veía, en otros, sí lo hacía. Gestionaba la ventaja que tenía. Con 20 segundos de bonificación en juego, no se podían correr riesgos. Acabaría pegado a Mosquera. No le disputaría la etapa. Nibali es uno de esos ciclistas que conoce los códigos de este deporte. Se los explicaron bien y los domina.

Ha ganado la Vuelta, ha quedado como un señor con Mosquera, ha dejado vivir a sus rivales y, lo más importante, no se han podido ver sus límites. No ha dado la impresión en ningún momento de tener que mostrar todas sus virtudes. Un modelo de ciclista que se hace querer, como Mosquera.

Ezequiel Mosquera no ha ganado la Vuelta, pero ha conseguido algo más importante: llegar al corazón de los aficionados. Los momentos son para aprovecharlos y él lo ha hecho.

Sabe mejor que nadie que la gloria es efímera. Dice mucha verdades, está agradecido a lo que le está llegando. Es consciente que por el camino se han quedado corredores con mejores condiciones para ser ciclista que las suyas.

La Vuelta a España que le rechazó -a él en concreto, no pero a su equipo, Kaiku, sí- le ha lanzado a la fama, le ha permitido firmar un gran contrato económico. Nibali tiene diez años menos que él y también más talento. La carretera ha terminado por unirles.

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