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fútbol. segunda división B

Marín desquicia la tarde (1-3)

La Cultural pierde ante el Palencia tras dos errores puntuales de su lateral derecho, que además acaba expulsado en el minuto 45. El árbitro prolonga el caos local al echar a otros seis blancos

Santi Santos grita y Calzado agarra al árbitro Azkue Otegi cuando decide expulsar con roja directa a

León

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Al entrenador Alberto Monteagudo se le amontonan los problemas. Conoce mejor que nadie lo que tiene para llegar al objetivo de la permanencia. Otra meta se antoja complicada e ilusa tras once partidos disputados de Liga. Marín vuelve a las andadas. Tercer penalti en su haber, además del placaje que propicia el primer gol palentino. Dos amarillas, a la calle y su equipo en inferioridad toda la segunda mitad. Por si fueran pocos los líos en la casa blanca, llega un árbitro vasco y los incrementa. Cuatro jugadores del equipo leonés expulsados, además del utillero Manuel Martínez, el preparador físico Aurelio Ruiz y el delegado Óscar Romón. Siete a la calle. La Cultural sigue penúltima. Se ancla en los puestos de zozobra (1-3).

El equipo leonés naufraga por cuarta vez en su propio estadio. El grupo de Monteagudo sufre para hacer valer su personalidad en el campo. Aún así, el técnico manchego no se va a dar por vencido. Las ideas las tiene muy consolidadas en su disco duro. Las lágrimas inundan su interior tanto como la lluvia su ropa. Anuncia que no tira la toalla. Seguro que el fútbol termina por darle la razón. Sería injusto que el entrenador con más criterio, más sabio, más juicioso y más serio que ha pasado por León desde hace dos décadas tenga que irse porque los resultados no acompañan y porque sus peones echan a la basura su intenso trabajo semanal. No sólo el lateral Marín deja en pañales los planteamientos de Monteagudo. Falta carácter, personalidad, actitud y aptitud en ciertos jugadores que conforman el plantel blanco. Por mucho que se quiera a la Cultural, con este detalle no basta. El abonado número 3, el 7, el 11 y el 37 de la sociedad deportiva también llevan al club leonés en su corazón, pero no salen al campo todos los domingos. Apoyan desde la grada. Nada más. Para algunos casos puntuales, la Segunda División B se queda demasiado grande. La Cultural, si quiere aspirar a grandes retos, no puede actuar como una casa de beneficencia. Así brilla el pelo después de disputadas once jornadas.

La grada es sabia. Pita y ovaciona. No se equivoca nunca. Si lo oídos escuchan y los ojos ven, seguro que algunos culturalistas conocen lo que hay.

El Palencia, por su parte, sabe a lo que juega con sus armas. Contacto físico hasta el límite de las concesiones de un árbitro desquiciante.

Pepe Calvo traía la lección muy repasada, no prendida con alfileres. Puso músculo en la zona en la que se fabrica el fútbol. Además, taponó toda fluidez de la Cultural. Al equipo leonés no le quedó más remedio que apartarse del toque y acudir al latigazo directo en muchas fases del partido.

Sin las ideas tan claras como en encuentros precedentes, el equipo leonés desquició su forma de juego porque si alguna pieza falla en el engranaje culturalista, la máquina no funciona. Muchas fueron las lagunas que surgieron a lo largo de un encuentro, alentadas por un colegiado, Azkue Otegi, y sus ayudantes, que pusieron a los futbolistas locales, al banquillo y a la grada al borde de la histeria colectiva. No fue el culpable de la derrota culturalista pero ayudó a que el cuadro leonés se rehiciera tras el tanto materalizado por Mena en la primera jugada de la segunda parte.

La Cultural ofreció su mejor sintonía de la tarde, con acciones muy bien ligadas en cada una de la zonas del campo. Cuando el cuadro local había adquirido el peso del encuentro, con llegadas continuadas a la portería de Castilla, el árbitro se encargó de frenar el ímpetu leonés, con la expulsión de Yagüe por una falta sin importancia en el centro del campo.

A continuación, Alejandro sentenció el encuentro. Pese a la inferioridad local, con sólo ocho jugadores de campo, la Cultural murió con las botas puestas. La profesionalidad de futbolistas como Mena, Vergara o Martín Mantovani metieron el miedo en el cuerpo a los palentinos, agazapados atrás. Las mejores ocasiones de los últimos compases pertenecieron al equipo de casa. Para redondear la actuación del colegiado, una salida desafortunada y a destiempo de Calzado la interpretó con cartulina roja directa. Después Santi Santos, con el tiempo concluido, se encaró con el colegiado, que optó por mostrarle la segunda amarilla, con la consiguiente expulsión. Malos tiempos.