Diario de León

la otra cara de... MARTIN STRANOVSKY

«Me apasionan el snow y el Caribe»

El extremo izquierdo del Ademar tiene en León su «segunda casa». El Barrio Húmedo y la cecina aún le seducen En su rutina diaria no aparecen las excentricidades, pese a ser uno de los mejores jugadores de la

Stranovsky chatea por el portátil desde el salón de su casa, junto a su preciada tabla de snow.

Stranovsky chatea por el portátil desde el salón de su casa, junto a su preciada tabla de snow.

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Sergio C. Anuncibay | León
León

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Cuando llegó a León en agosto del 2005, Martin Stranovsky era sólo un proyecto, un jugador promesa en Eslovaquia, su país natal. Vino con la difícil tarea de sustituir a Juanín García en la posición de extremo izquierdo, que también pretendía el serbio Marko Curuvija. Cinco años después, es uno de los referentes del Reale Ademar y también de la Liga Asobal. Sus goles, polivalencia y movimientos eléctricos complementan unas condiciones físicas envidiables, que le habilitan para casi todos los deportes, aunque eligió el balonmano. Mide 1,87 y pesa 85 kilos.

«En el colegio jugaba mucho al baloncesto y era bastante bueno, pero en mi ciudad no había equipo de mayores; mi hermano practicaba el balonmano y yo empecé también con sólo diez años», comenta Stranovsky, como si lo que es hoy (internacional con su selección y uno de los mejores artilleros de la Asobal) fuera sólo una simple coincidencia con el ayer. Lo dice en un castellano casi perfecto, consecuencia de sus seis años en España, todos en esta ciudad, su «segunda casa». «Siempre digo a todo el mundo que aquí estoy muy a gusto, conozco la ciudad y me tratan muy bien», agradece. El Barrio Húmedo aún le seduce y «la comida está muy buena, sobre todo la cecina». Le encanta «la paella, la sangría y el arroz con huevo y tomate».

Fue en León donde descubrió una de sus pasiones, el snow. «No puedo practicarlo todo lo que querría. No sé si me pillaron en las pistas, pero alguien se lo dijo a Ribera y me echó la bronca», admite con espontaneidad. El salón de su casa, cerca del arco de la cárcel, refrenda su inclinación: una tabla negra decora una de las esquinas. Parece que siempre ha estado ahí, haya o no nieve. Es su manera de no desengancharse del todo de esta afición. «Es peligroso, pero tampoco lo hago muy rápido, lo práctico con cuidado», justifica Stranovski, que aprendió a deslizarse por el manto blanco en Pajares y San Isidro. «En Eslovaquia hice esquí», apunta. «El snow es uno de los deportes que más me gusta, me apasiona, pero no se puede hacer por el balonmano», lamenta el jugador centroeuropeo, que, pese a su madurez en la cancha, sólo tiene 25 años. Nació el 12 de septiembre de 1985 en Nove Zamky, un lugar pequeño de apenas 50.000 habitantes.

Su rutina diaria es la de cualquier chico normal, sin excentricidades, pese a ser uno de los jugadores más valiosos del balonmano. «Si no tengo entrenamiento por la mañana me despierto tarde, sobre las once, y voy al ordenador». Su portátil, encima de un escritorio algo desordenado, es el enlace con su tierra, familia y amigos. También con sus seguidores, las mujeres son legión. «Durante muchas horas estoy conectado con el ordenador, hablando con la gente de Eslovaquia», afirma Stranovsky, que guarda en él «más de 20.000 canciones» y otras tantas películas. Tiene página web y perfil en Facebook. La música es otra de sus pasiones.

Cuando llegó a León con sólo 19 años, las incisivas rimas del hip-hop eran su principal melodía. Hoy, con el paso del tiempo, prefiere los ritmos latinos. «Desde que estuve en Cuba hace tres años con uno de mis mejores amigos escucho todo el día música latina; me gusta mucho porque es el mejor ritmo para bailar», revela el extremo eslovaco, que tiene en la «Bachata y el Reggaeton» sus dos estilos predilectos. Sus grupos favoritos son Gente de Zona y Daddy Yankee. «El pop español no me va nada, sólo algunas canciones de Amaral», aclara. Dice que le gusta salir con sus amigos. «Claro, soy joven, todavía me gusta la fiesta, pero no como antes», admite. Prefiere aprovechar su tiempo libre para ver en directo las actuaciones de sus gurus musicales. «Ahora me empezaron a interesar los conciertos», arguye, poco antes de volver a sincerarse: «Esto no sé si lo sabe Jordi Ribera, pero puedes ponerlo; hace un mes y medio, cuando jugamos en Arrate el viernes, me cogí un avión al día siguiente a Ginebra (Suiza) y fui al concierto de Daddy Yankee; luego fui a Barcelona a ver a los cubanos Gente de Zona. Es lo que me gusta», justifica.

También le fascina viajar, «sobre todo al Caribe». «He estado en Cuba, en la República Dominicana y dos veces en Punta Cana, una con mis padres y otra con mis amigos», explica Stranovski, que tiene un nuevo destino rondándole la cabeza: «Si no tuviera la selección en diciembre, entrenamos entre nochebuena y nochevieja, iría a Puerto Rico fijo», reconoce.

No lee nada, «sólo cuando era más pequeño», y aún no sabe cuál será su suerte en el momento que deje el balonmano. «No tengo pensado lo que quiero hacer », contesta. «Espero poder ganar algo de dinero, comprar un terreno en Eslovaquia y hacer algo relacionado con el mundo de la empresa». Ve la tele poco, casi nada. «Es mejor el cine», asegura. Las películas elegidas, Forrest Gump o un Ciudadano Ejemplar. La suya aún está por editar. Va por el buen camino.

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