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DE CULÉS Y MERENGUES

El Barça, un auténtico «concierto» futbolístico

Publicado por
Francisco Álvarez
León

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N o recuerdo bien cuando me hice del Barça, pero no hace demasiado tiempo. Quiero decir que no lo soy desde mi infancia. En mi pueblo, entonces, yo tenía ídolos. Admiraba a Chus Pereda, a Calleja, a Collar, a Velázquez-¦ Pero no me sometía a la disciplina de un club. Era seguidor a veces del Valencia, otras del Bilbao, otras del Atlético de Madrid. Recuerdo que algunos de mis amigos, sin embargo, sí que militaban en uno de esos clubes que yo, temporalmente, seguía o abandonaba. Luego vino la juventud y ahí sí que me comprometí. En la Universidad, principios de los setenta, en el ocaso del «régimen», en la facultad de Letras de Oviedo no se respiraba un aire merengón. Yo me solidarizaba con los clubes más débiles, con los perseguidos, con los perdedores por decreto: Athletic de Bilbao, Barça-¦quizás porque yo poseía alguna cualidad que reconocía en ellos. Al menos esa era mi percepción.

Más tarde en Tarrasa, aterrizaje forzoso en lo que descubrí como la España plural, conviviendo con los de la boina y los de la barretina, con los de la gaita y los de la guitarra: gallegos, catalanes, leoneses, vascos y, por supuesto, andaluces «tots junts», el domingo, al «Camp Nou». Allí nació mi hijo y dio sus primeros pasos mi hija. Eso fue definitivo. Y allí veía cómo sufrían los del Betis, cómo se les partía el corazón. Luego se recomponían, consolados porque había ganado el de casa, y compartían una butifarra regada con un fino de Jerez.

Aquello era más que un club. Era una enorme familia hecha a retales venidos de todas partes, pero funcionaba. Aquella gente se respetaba, nos respetábamos. Era el tiempo de Reixach, de Migueli, de Schuster, de Juanito de la Cruz, de Gato Pérez y de María del Mar Bonet, de Peret y de Serrat. Ahí me hice definitivamente del Barça, y hasta hoy. Hoy creo que es diferente, pero el juego del Bar-ça es una sinfonía. Gracias, Guardiola, porque las tardes de cada domingo disfrutamos momentos de sublime creación futbolera. Más que una batalla, que lo es el fútbol, parece un ballet. Y me gusta porque, como antaño, lo haces con la humildad del que, siendo fuerte, se siente inseguro, del que siendo ganador, sabe que puede perder. Humildad y respeto. ¿Quién te iba a decir que este año nos vapuleaba el Hércules en casa? Por eso me gusta el Barça. Y, como diría un auténtico bético, yo seguiré al Barça «manque pierda», porque por encima de todo nos está regalando un auténtico juego de equipo, unos pases, entradas y situaciones que, siguiendo los principios colectivos del juego y como diría un teórico-retórico, o viceversa, «distribuyen de forma equitativa el esfuerzo, la exigencia y la responsabilidad entre los jugadores del equipo», una coreografía perfecta que, estoy convencido, volveremos a disfrutar con el Clásico del lunes.

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