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Lucha Leonesa. Sagas de los Aluches

Donde Esla y Hullero se hacen cinto

El buen trabajo se suma a la mejor tradición para forjar campeones

Los Alvarado-Muñoz, un concentrado vadiniense de la mejor luche de nueva generación.

Publicado por
A. Barreñada | Cistierna
León

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San Guillermo halló cobijo en Peña Corada y allí no le faltó buen agua. Santa debe ser la que brota de esos manantiales de Aguasalio, la Fuente la Mata-¦ todos los que acrecientan el eterno Ástura, o alguna milagrosa virtud debe desprender el Hullero al cruzar sobre el puente de ese padre Esla, para que se obre muy notable efecto sobre el ser de los aluches en esos lugares de Cistierna.

Tal es que, en no más de cincuenta metros, se encuentra una de las mayores concentraciones de «gallos» de la lucha que en mucho tiempo se ha podido disfrutar: los cuatro hermanos Alvarado y quien les atrajo al cinto, Rodrigo Fuentes; una mina que rebosa el más rico metal del luche.

Javier Alvarado Muñoz (9 años), campeón de los de ligeros en benjamines en la pasada Liga de Base; Pedro (11), Campeón de los de pesados en alevines; Agustín (14), subcampeón en medios de cadetes y Vicente (16), campeón en medios de cadetes, sin ceder puesto de gallo en un solo corro. Y lo de Agustín, por esas cosas de la edad-¦, que faltó a alguno (¡y cómo tiraban de él, Javi al frente!).

Y Rodrigo Fuentes Fernández, campeón de los cadetes de medios (nueve victorias de nueve participaciones), el «mazapán» del reciente Montaña Ribera, con ocho victorias sobre rivales, entre ellos, Javier Oblanca, Ibán... Las cadriladas y arranque de sobaquillos de Rodri son mucho más que una promesa, una certeza de lo mejor que la vieja lucha tiene de nuevo.

Resulta obvio que no es tan probable que se den hoy esas sagas de luchadores como en otro tiempo, en que fueron más usuales, cuando las familias eran más numerosas y pocos eran los que no se agarraban al cinto. Sagas históricas, como las de los Molineros de la rica veta de Florencio Díaz, el de Garrafe (del Torío al Cea), los de Carbajosa, o, más cercanos en el tiempo, Los Escanciano de Prioro, que ya se han reforzado con nuevo heredero.

Los Alvarado tienen venas arraigadas en Remolina, la tierra de Vicente, el tío que se ve renacer en ellos, o el abuelo Antonio, el que les empuja para que no cesen en el ataque. En Rodri se unieron sangres de dos cunas del mejor aluche: Taranilla y Prioro. Más allá del «aporte genético» que da el nacer, en este grupo es claramente definitorio el papel jugado por la buena guía, que forja el mejor crecer.

En la villa vadiniense se da una pujanza de la lucha leonesa que merece ser tenida en cuenta como muestra (afortunadamente, no única) de cómo es posible el afianzamiento y progreso del deporte-cultura tradicional, a pesar de los condicionantes no más propicios, incluso adversos:

La villa montañesa (aún cabecera de comarca) es uno de esos ámbitos rurales en el que resiste una población joven que no dispone de las condiciones más propicias y abundantes del urbano. Los cintos han de competir con los balones, con la oferta de otras prácticas deportivas consideradas más exitosas, que, además, en el caso de Cistierna gozan de merecida relevancia: balonmano, baloncesto (en tierra de Emiliano Reyero), fútbol y, destacadamente, el fútbol sala. Ciento cuarenta socios tiene el Club Cistierna de esta última disciplina; ciento cincuenta el San Guillermo de lucha, en el que se inscriben treinta y cinco luchadores federados, la mitad de ellos de la base. Y pese a tópicos de lo cazurro y cainita, es posible encontrar aquí lo bueno, lo mejor, de la «tribu»: el amparo del patrocinio de la Cooperativa Cea-Esla, el club numeroso y unido.

En el desarrollo del San Guillermo, y en los éxitos de su integrantes, mucho tiene que ver la labor de Héctor de Castro Villa. La voz de la madre de los Alvarado es argumento de por qué los suyos están en los aluches:

«yo quería que hicieran deporte, como formación seria; Héctor era el mejor monitor, y enseñaba, enseña, Lucha».

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