Diario de León

la otra cara de... CRISTINA GONZÁLEZ

«Quiero trabajar con niños, ayudarlos»

La capitana del Cleba ha terminado Enfermería y le falta una asignatura para acabar Magisterio por educación especial. Tiene 27 años y lleva nueve en León. De aquí no se mueve, dice. Ha encontrado una «segund

La capitana del Cleba, Cristina González, posa con Iki, el yorkshire Terrier de sus suegros.

La capitana del Cleba, Cristina González, posa con Iki, el yorkshire Terrier de sus suegros.

Publicado por
Sergio C. Anuncibay | León
León

Creado:

Actualizado:

La portera internacional y capitana del Cleba, Cristina González (Salamanca, 6-8-1983), exhibe el refrán «Uno no es de donde nace si no de donde pace» para dejar claro que el tiempo ha enraizado en sus entrañas un arraigo leonés perenne. «Llevo desde los 18 años en esta ciudad y aquí me han pasado muchas más cosas que en Salamanca; si nada cambia, mi residencia estará en León cuando deje el deporte», explica.

Llegó en el 2002 atraída por un proyecto deportivo de futuro, con el Cleba en División de Honor, pero diez meses después vivió una de sus mayores decepciones: «Cuando descendió el equipo te sientes culpable porque formas parte de él», recuerda. Tuvo que elegir: «No sabía si mantenerme en el mismo bloque o irme a otro club», explica la capitana del conjunto leonés, quien, al final, y por suerte para el balonmano de la ciudad, optó por continuar.

Cuando tuerce el gesto para mirar atrás reconoce que hizo «bien», ésa fue la «mejor opción», afirma. «Tengo mucho en León, casi todo, la familia por parte de mi pareja, mis amigos del balonmano, los de la Universidad y, por tanto, me siento muy a gusto en todos los sentidos», celebra. También cuenta con «un segundo padre», el presidente del Cleba, Jesús Fernández.

Sabe aprovechar el tiempo libre. Asiste a clase de Magisterio por Educación Especial y entrena una media de dos horas diarias, duerme siesta y le gusta salir a tomar algo «en buena compañía». Sólo le queda una asignatura para terminar su segunda carrera. Ya es enfermera, «aunque el deporte no me ha dejado aún incorporarme al mercado laboral», asiente.

Quiere trabajar con niños, «ayudar» a quien más lo necesita. «Ahora voy a empezar a hacer prácticas en Aspace, centro dedicado a la parálisis cerebral, y quiero seguir formándome en las cosas que me gustan», revela Cristina González, que encontró esta vocación casi al mismo tiempo que la primera palabra. «Desde que tuve uso de razón siempre quise ser médico, aunque me encanta todo lo relacionado con la educación de los niños», cuenta.

Empezó a coquetear con el balonmano con sólo «siete u ochos años», pero rompió con este deporte de forma prematura. «Comencé por mi hermana mayor, que jugaba al balonmano y si ella lo hacia, yo también. Con doce años lo dejé porque me aburría de portera y probé con el baloncesto, que lo practiqué dos años», revela. A los catorce volvió a ponerse bajo los palos de una portería. Hasta hoy. Ha vestido la camiseta de la selección española más de sesenta veces. «He conocido a mucha gente, de todas las ciudades», explica. También hubo renuncias. «Con sólo 17 años me tuve que ir de mi casa a Valencia, estaba a muchos kilómetros y no fue fácil», apunta el referente del Cleba, que conoce los sinsabores del deporte: «Si las cosas no te salen bien cuando tienes un partido importante te llevas un chasco muy gordo porque pones toda tu ilusión, pero intento olvidarme ese mismo día», afirma.

Sueña con ganar algún trofeo, «como la Copa de la Reina o la Liga»; quiere «más a nivel internacional», pese a que en su palmarés aparece un segundo puesto en el campeonato de Europa y un cuarto en el del Mundo. Reclama más atención para el deporte femenino: «Muchas veces nos sentimos olvidadas, aunque hemos conseguido avanzar algo gracias a los logros de la selección pero aún queda mucho», asume.

Vive al día, no puede ser de otra forma. «El balonmano femenino no te asegura un futuro», justifica. Y encima la aleja de parte de sus seres queridos y ocupa casi todos sus fines de semana. «Mis padres vienen a verme siempre que pueden; el contacto nunca lo perdemos y estas navidades he pasado diez días en casa», aclara.

El poco tiempo que no está en la cancha o con los codos dispuestos en los flancos de un libro lo dedica a «salir de compras, tomar algo o ir a la finca de mi novio, que es adiestrador de perros», matiza. Le gusta el cine, sobre todo «las comedias románticas». El diario de Noa es su preferida. «En este sentido soy muy llorona», subraya.

También disfruta en el Húmedo, con la «cercanía de la gente» y, por supuesto, con la gastronomía, «de la que estoy enamorada», confiesa. Le encanta la cecina, la lengua, la morcilla... Todo lo que huele a León. Aquí tiene a su segunda familia y aquí quiere vivir.

tracking