Diario de León

la otra cara de... Diego Soto

«Dedico más de ocho horas al día al Cleba»

El entrenador del equipo leonés anhela «seguir convirtiendo mi pasión en mi profesión» Cumple su sexta temporada como primer entrenador del Cleba, la más «frustrante» de todas porque no acompañan los resultados. Viv

Diego Soto posa con un Atlas en la biblioteca de Filosofía y Letras, donde estudia Geografía.

Diego Soto posa con un Atlas en la biblioteca de Filosofía y Letras, donde estudia Geografía.

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Sergio C. Anuncibay | león
León

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Diego Soto (León, 25-06-1977) destila balonmano con cada una de sus palabras. Es su pasión, una forma de vida anclada a un deporte que conoció con sólo 10 años, por medio de un primo suyo que lo practicaba. No ha parado desde entonces. Primero como jugador, hasta que un accidente de moto truncó su carrera, y ahora como técnico del Cleba.

Ésta es su sexta temporada en el banquillo. Quizá sea la más amarga de todas porque no ha podido cumplir los objetivos fijados a principio de campaña, pero no claudica: «Es frustrante porque en mayo nos marcamos unas cotas muy altas pero por una serie de circunstancias no hemos logrado lo que pretendíamos», lamenta el técnico leonés, quien describe un vestuario «muy unido», al que «no le falta ilusión» pese a que la lesión de la pivote Daría Ilina, la espantada de alguna jugadora y, sobre todo, los resultados en Liga han minado la ambición del equipo.

Él sigue empeñado en trabajar hasta la extenuación para volver a saborear las mieles del triunfo, ésas que dejan un regusto de satisfacción que engancha. «Le dedico al equipo entre ocho y diez horas diarias, pero para mí no es trabajo porque disfruto con ello», explica. No le sobra tiempo. «Me levanto pronto, hago alguna cosa en casa y me voy a la Universidad hasta la una de la tarde», apunta. Estudia Geografía. Espera terminar en septiembre. «Empecé con 19 años pero la dejé porque no podía compatibilizarla con mis negocios y ahora la he recuperado», relata satisfecho.

Llegó a tener tres restaurantes en la capital leonesa y 23 personas a su cargo. Actualmente mantiene uno, el Niovel, regentado por su mujer. Regala las tardes al deporte. «A la una realizo la sesión de entrenamiento de por la mañana y luego me dedico por completo al balonmano», revela el técnico del Cleba. No desconecta hasta las diez y media de la noche.

«Lo mejor de todo esto es que he podido convertir mi pasión en mi profesión y eso es algo extraordinario», reconoce. Disfruta como un niño. «Me operaron del menisco y al día siguiente me fui con el equipo a Alicante. Entrenaba con las muletas», recuerda. «Eso en un trabajo cualquiera no se hace», matiza.

Diego Soto no reconoce una vida ajena al balonmano. «Jugué en los juveniles del Ademar y luego estuve en el equipo filial hasta que tuve un accidente con 19 años y me fastidié la rodilla», lamenta. Antes de ese suceso ya se probó como técnico en el Colegio Maristas San José. «Me llamó el hermano Tomás para entrenar a los infantiles y ése fue mi primer equipo», agradece.

Del futuro habla poco porque -"justifica-" «una de las cosas que me ha enseñado el deporte es que es muy difícil predecir lo que va a pasar. Nunca pensé que pudiera entrenar a este equipo en División de Honor, ni que íbamos a ser capaces de ganar un título». Es ambicioso y pretende mejorar, subir de nivel pero sin saltar los escalones de dos en dos. Su principal reto pasa por «seguir convirtiendo mi pasión en mi profesión». Después, subraya, «ya veremos a ver que depara el balonmano».

Sueña con seguir en León y alcanzar un nivel más alto desde el punto de vista competitivo. Entrenó a los cadetes del Ademar, a los juveniles, estuvo de ayudante en el filial con Carlos Pollán y ahora es el primer entrenador del Club León Balonmano. Su etapa coincide con la mejor época del Cleba, pese al presente incierto que atenaza hoy al conjunto leonés. Es humilde. Reparte halagos y no se cita ni una sola vez cuando argumenta el porqué de este salto de calidad: «Han influido varias cosas: un incremento de ilusión por parte de los dirigentes, la madurez deportiva de muchas jugadoras, como Cristina y Raquel, y el apoyo que recibe la entidad desde todos los ámbitos».

Durante su trayectoria deportiva absorbió los conocimientos tácticos de Juan Moreno, entrenador leonés de «quien más aprendí», declara. También bebió de Manolo Cadenas. «Me fijé mucho en él aunque no tuviera tanta relación como con Moreno», afirma. Le marcó además «un amigo», el capitán del Ademar Héctor Castresana, «un profesional digno de alabar por su entrega y sacrificio», responde. El presidente del Cleba, Jesús Fernández, es otro de sus referentes por las «lecciones de humanidad que da todos los días».

Le gusta viajar. Volvería a Cuba y a México. Lee casi todas las noches. Su último libro, «Todos mis hermanos», de Manel Estiarte, donde el ex waterpolista presenta sus vivencias. Un recorrido vital que recoge éxitos y fracasos.

Quizá no pase por su mejor momento deportivo pero Diego Soto no cree en el azar, prefiere dormir en la cuna del esfuerzo. Sabe que así podrá repetir éxitos, como la copa ABF que ya ganó con el Cleba. Lo mejor puede estar por llegar.

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