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León

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Opinión | Javier Puente

Objetivo cumplido. Finalizada mi segunda edición de la Titan y hay que reconocer que esta gente se supera cada año. Mayor número de participantes y mayor espíritu competitivo. También el género femenino se ha visto incrementado, como el número de extranjeros. A nivel organizativo y a pesar de los inconvenientes logísticos que presenta una carrera de estas magnitudes en el desierto, con 500 corredores y más de 200 empleados, sin lugar a dudas, merece nuestros elogios. Con lo que respecta a la carrera, los recorridos de este año han sido muy rodadoras con velocidades muy altas, echando de menos los paisajes típicos de la zona del atlas que me deslumbraron el año pasado. Sí hay que mencionar, sin lugar a dudas, el Plató de Rekam, por su belleza y espectacularidad, aunque no por eso, ha dejado de ser la zona más conflictiva de esta Titan pues nos hemos perdido casi todos. Aún no sé, ni cómo aparecimos de nuevo en la pista que nos llevaba al avituallamiento. Los servicios médicos no dan a basto, entre los accidentados y las llagas en los culos, lo que da cuenta de la dureza de las etapas. No quiero ni pensar en las personas que vienen a esta carrera para vivir una experiencia personal sin el físico adecuado para ella. Ese debe de ser, el auténtico reto.

La mejor sensación a sido obtener el 35º puesto en la general en la cuarta etapa, ya que creo, que es algo que está al alcance de pocos y más, rodeado de tanta élite. En definitiva, una experiencia para repetir con una agradable convivencia con todos mis compañeros leoneses, pero sobre todo, agradecer e la empresa Bartz, donde yo trabajo, pues sin ellos esta aventura no hubiera sido posible, así como a Ditel.