LÍNEA DE SALIDA
La reválida...
A l límite, sin «derecho» a error. Dígase lo que se quiera: la «madre de todas las carreras», el Grand Prix por excelencia de todo el Mundial, el más glamouroso y donde -al decir de los pilotos- más se goza y donde más se sufre-¦ también.
De Perogrullo apuntar que para tener alguna posibilidad de victoria en las calles del Pincipado hay que marcar la pole para -casi siempre- presumir, al final de 78 vueltas, de haber ganado allí-¦ aunque sólo sea una vez. Y los hay que han ganado más de una en los 3,4 kilómetros de trazado urbano-urbano «de verdad», no como otros modernos sucedáneos-. Graham Hill (el padre de Damon) mantuvo durante años el apelativo de «Mister Mónaco» por sus cinco victorias; hasta que llegó Ayrton Senna y le levantó, por una más, aquel oficioso apelativo, incluso el brasileño tendría la «desfachatez» de contabilizar mayor número de poles ; aunque fuese Schumi -el de entonces- quien más puntos haya marcado (71).
No es por aburrir con las estadísticas, pero es que los números, «sólo» eso en la mayoría de circuitos que hoy conforman el Mundial, se tornan determinantes -"cuando no decisivos- en Mónaco-¦ por lo «caro» que cuesta conseguirlos y por lo caros que se «pagan» en ocasiones. De «Ste. Devote» a la «Rascasse», de la «Piscine» al «Bureau du Tabac», de la bajada a «Loews», al «Túnel», a «Portier», a «Mirabeau», al «Casino»-¦ y vuelta a «Ste. Devote», que también allí, en las calles que cualquier otro día del año pueden «correrse» al volante de un utilitario, se conservan los nombres de enclaves y curvas en el «circuito de los circuitos».
Y eso que el «Gasómetro» ya no es tal, y que se ha dibujado una chicane en el puerto, donde alguno de los campeones de antaño llegó a «bañarse»-¦ muy a su pesar y, también lamentablemente, con dramáticos resultados en ocasiones. Así que, en una época -ésta- en la que la generalidad de curvas en la inmensa mayoría de modernos trazados se bautizan con simples guarismos -¡ya nos vale!- y cuando las ampollas ya no toman carta de naturaleza en las manos de los pilotos merced a los guantes bi y tricapa-¦ Mónaco, dígase lo que se quiera, continúa conservando la mágica iconografía de aquel trazado que se inaugurase una veintena de años antes de aquel primer Gran Premio (1950), inicio del Campeonato del Mundo tal como hoy lo conocemos; cuando «El Chueco» Fangio, con Alfa Romeo, inscribiese, como pionero, su nombre de ganador-¦ aunque al final del año, de aquel primer 1950, no tuviera más remedio que rendirse a la evidencia de la corona ganada por su propio compañero de equipo: Giuseppe Farina, que ha quedado para la historia como vencedor del primer título oficial de Campeón del Mundo de F1.
Eso, y mucho más, es el Grand Prix de Mónaco: «la carrera que todos queremos ganar». Lo dijo Fernando éste pasado fin de semana en Montmeló, momentos antes de demostrar cómo se cultiva el auténtico espíritu de La Scuderia -¦ saliendo «a saco», dejando «clavados» a sus demás enemigos naturales y luchando, a brazo partido, contra «los elementos» -técnicos- en una carrera que se reveló épica para el español, hasta que desfalleció Il Cavallino -¦ y sus gomas.
Bueno-¦ vendrán tiempos mejores.
¿Se acuerdan cuando Nigel Mansell corría para Ferrari? Hace ya años de eso pero, para el que suscribe, «ese», el estilo de pilotar del de la isla de Man, perfilaba el espíritu de Maranello-¦ como Fernando ahora. ¡Forza! .