La llegada de Profutle significa el principio del fin para el club leonés
La Cultural y Deportiva Leonesa se convirtió en sociedad anónima deportiva en el año 2001 y en la misma estaban englobados más de una treintena de empresarios de la ciudad de León, casi todos dedicados a la construcción, bajo las siglas de Promociones del Fútbol de León (Profutle), atraídos por el fútbol y por algo más, que en aquel momento era muy rentable.
La sociedad deportiva nació al amparo de un consejo de administración en la que aparecían como cabezas visibles la de Antonio García de Celis, como presidente, y siempre secundado por Santos Llamas e Ignacio Tejera, con peso específico en cada uno de los movimientos de la plataforma propietaria de la Cultural. Promovían viajes para los aficionados culturalistas y por esta cuestión le fue concedida una insignia de la ciudad de León.
Muy pronto, cuando la entidad deportiva transformada en empresa sólo tenía algunos meses de vida, se quiso cortar la cabeza de la sociedad para que esta la ostentarán las personas con más ansias de poder dentro de la entidad culturalista, que no eran otros que Ignacio Tejera y Santos Llamas. Operación fallida porque Antonio García de Celis se hizo fuerte con el apoyo de parte importante de los accionistas de Promociones del Fútbol de León, como fueron los casos de Domingo Cueto, de aquella y hoy todavía su principal valedor, Carlos Emperador, Santiago de la Riva, Claudio Fernández, Dionisio Elías y otros con menos peso específico, pero que a la postre provocaron que no se produjera un cambio en la dirección de la sociedad anónima deportiva.
Pese al fallo en la intentona, no se quedaron ahí las acciones promovidas para relevar de la cabeza a un grupo de poder que pareció unido en un primer momento.
Caso ilustre y también estremecedor fue la de pagar a un director general que reconocía no tener ni idea de fútbol unas cifras astronómicas, que llegaron a pasar de los 600.000 euros (100 millones de pesetas en aquellos años). Se firmaron contratos millonarios y fuera de toda lógica para una categoría tan deficitaria como la Segunda B.