LÍNEA DE SALIDA
A Transilvania... de «vacaciones»
A razón de 980 curvas... en 70 vueltas. Exigente y sin respiro, la cita húngara. Con una de las velocidades medias más bajas (190 Km/h.) y una de las rectas más cortas (789 metros) del Mundial, el de Hungaroring se convierte en uno de los circuitos más difíciles del Grand Prix.
Lo de las vacaciones, ya comprenderán, es una forma de hablar porque nadie duda -al menos no los protagonistas- que la magiar será una de esas citas para quedar con buen sabor de boca-¦ o marcharse de allí con caras largas. Hasta finales de agosto no volverá el Mundial, en casa de Tintín, al mítico trazado belga de Spa-Francorchamps.
Una cosa parece estar meridianamente clara. Tras el resultado de Alemania, el domingo pasado en Nürburgring, el Campeonato no sólo no se ha terminado, sino que «podría» estar más vivo que nunca; con Fernando dando caña y Vettel sumido en la «desesperación» (para sí la quisieran muchos esa «desesperación», digo) por no haber ganado en casa.
También es verdad que tres distintos ganadores en las tres últimas carreras, y tres coches diferentes en los tres peldaños del cajón germano, no dejan de suponer un cierto punto de inflexión en el insultante dominio de los Red Bull que, tampoco se engañen, seguirán dando tanta guerra como cabe suponer tras el borrón de Alemania-¦ si es que consideramos borrón el tercer puesto de Webber (también para sí quisieran muchos ese borrón).
La exigencia de máxima carga aerodinámica en la configuración de los monoplazas, traerá también aparejada la inexcusable utilización de neumáticos blandos, habida cuenta que lograr una buena adherencia es allí mucho más importante -aunque parezca un contrasentido- que «correr» a gran velocidad.
Si -»amigos para siempre-¦»- Hamilton y Alonso han protagonizado en Hungaroring algunos de sus más sonados adelantamientos, las pasadas adquieren tintes épicos en los 4,4 kilómetros de desarrollo (52 cambios de marcha por vuelta y 64% con el acelerador a fondo, sólo «estadísticas»-¦ ya saben) que, como tantas, están para romperlas; por mucho, también es verdad, que la pole haya venido teniendo un relativo efecto salutífero en las 25 ediciones del G.P. de Hungría disputadas en Hungaroring desde su inauguración en 1986, cuando ganara Nelson Piquet -padre, claro- al volante de un Williams. La curva de final de recta, célebre por sus tanganas en la primera vuelta, se lleva la palma a la hora de adelantar; aunque también otro de los puntos calientes -no sólo por los presumibles 40º de temperatura ambiente- hay que esperarlos en la curva 4 (¡manía de numeraciones!), la más rápida del trazado y con escasa visibilidad para los pilotos; mientras la de entrada en meta, generalmente muy ondulada, «puede» ser otro de los enclaves en los que poder avanzar.
En definitiva: trazado lento, curvas enlazadas y mucho apoyo aerodinámico. Así que, para variar: adelantamientos comprometidos y, como en Mónaco, por poner otro ejemplo de trazado lento, también los entrenamientos serán vitales. No en vano el de Hungría se considera como el Mónaco de los circuitos permanentes: importantísima una buena posición en parrilla-¦ de salida.
En fin, ¡felices «vacaciones»!.