Diario de León

UN MUNDIAL SIN MARÍA JOSÉ RIENDA

«El esquí fue mi vida, pero no lo es todo»

La Copa del Mundo levanta el telón y lo hace sin la española en la línea de salida.

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A. Oiert | Madrid
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La Copa del Mundo de esquí alpino levantó el telón el pasado fin de semana y después de 17 años lo hace sin María José Rienda, sin duda alguna junto a Blanca Fernández Ochoa, la española más laureada en la élite de este deporte.

Las graves lesiones de rodillas cortaron una carrera que pudo ser mucho más brillante pero se frustró. Con la marcha definitiva de la esquiadora granadina, sin embargo, se va una de las grandes deportistas españolas de todos los tiempos y una de las dos más grandes de la nieve junto a Blanca Fernández Ochoa. En un país donde el esquí ha sido y sigue siendo un desierto helado ella pasará a la historia como uno de los escasos oasis de lujo.

«Oficialmente dejo le alta competición. Por un lado me da pena, pero empieza una nueva etapa en la vida para mí. Hay vida después del esquí». Fueron las palabras en el día de su despedida, una jornada triste «pero a la vez de orgullo por lo que he conseguido». María José no ganó una medalla olímpica, como Blanca con su bronce en Albertville 92, pero la superó con más victorias (seis frente a cuatro) en la Copa del Mundo.

Fue una dignísima sucesora que no llegó a más por las lesiones. Blanca perdió la medalla en los Juegos de Calgary 88 al caerse en la segunda manga, pero logró subir al podio en los siguientes. María José llegó a los Juegos de Turín 2006 como la gran favorita. Sus dos temporadas anteriores la habían llevado a la cima del eslalon gigante, su gran prueba. Pero las citas olímpicas son así de crueles o maravillosas. Paco Fernández Ochoa tocó el cielo en Sapporo 72 jugándosela en el eslalon cuando apenas completó su palmarés con otras grandes victorias. Rienda, en cambio, se fue al suelo.

Fue un duro revés, pero en plena madurez aún podía aspirar a una revancha «estilo Blanca» en Vancouver cuatro años más tarde. O, al menos, seguir en la cumbre del esquí con más victorias en la Copa del Mundo, e incluso en los Mundiales. Pero apenas unos meses más tarde, en noviembre de 2006, cuando se entrenaba en Loveland para la temporada siguiente empezó su calvario. Sufrió la terrible triada. El principio del fin.

Su carácter, afable y recio a la vez, se puso a prueba una vez más y se recuperó tras perder dos años importantísimos. Aún quedaba un resquicio de esperanza. De hecho, en su vuelta a la élite pese a no salir en buen puesto, hizo el séptimo mejor tiempo en la primera manga del gigante de Soelden, en 2008, y acabó en un prometedor 16 puesto. Pero le esperaba la maldición de Colorado. En la siguiente prueba disputada en Aspen se destrozó la otra rodilla. Esta vez fue la rotura del ligamento cruzado anterior. Y el fin para la élite. Volvió a recuperarse, pero no para el gran nivel. Ya fue imposible.

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