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el partido del siglo | en directo

Estrellas en el cielo blanquiazul

. Con el corazón blanquiazul y el coco blanco El Toralín vibró en un partido histórico para el Bierzo.

La afición llegó de más allá de la capital del Bierzo. En la foto, la grada se emplea a fondo en defensa de sus colores.

Publicado por
León

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Ponferrada se convirtió anoche en el centro del mundo y prestó su cielo para que brillaran las estrellas del universo futbolístico. Lo hizo con elegancia, con Elegancia Blanquiazul, haciendo honor a una de las peñas más animadas del Frente Norte, de la «Ponfe hasta morir...».

El Toralín fue todo corazón. Por dentro y por fuera. Antes, durante y después del partido. Y eso que había mucha gente allí con el corazón partío . Dividido entre su devoción a la Ponferradina y la pasión por «los mejores jugadores del mundo», pero rogando a La Virgen de la Encina que «el Madrid no se pase, que nos den una alegría en el Bierzo». La Encina no obró milagros. El triunfo de la S. D. Ponferradin sobre el Real Madrid fue un castillo en el aire.

El sueño de unos niños que iban a su primer partido y acariciaban el Castillo Templario de la bufanda conmemorativa: «Éste, éste es el que va a ganar...». Ganó la corona con la banda de Castilla. «Mi corazón es blaquiazul, pero el coco es blanco», apuntó Roberto Corral sujetando la pancarta de apoyo a Mouriño. «Tranquilo, Mou. ¿Por qué? ¿Por qué? Porque tú sí que vales. Contigo seremos campeones». La herida del sábado aún echa pus.

Pero, ¡ay, cuánto disfrutaron el sueño quienes soñaron! Y cómo hicieron latir el Toralín. ¡¡Depor!!, ¡¡Depor!!... ¡¡¡Depor!!!. Niños, niñas, adolescentes, mucha peña adolescente... y gente de todas las edades. Vinieron de más allá del Manzanal: «Un León por armas tengo y Benavides se llama». Y de más allá de la raya gallega: El Barco de Valdeorras envío a una buena representación. A tirar por el Madrid: «¡ Ehí, va el gol. Veña a por outro!», gritaba un jubilado pizarrero. Y de Cataluña.

Las mujeres de la Peña Las Pitufas lo tenían claro: «Venimos a disfrutar, pase lo que pase». Y volverán a Madrid, el próximo martes. Tremenda afición. Querían goles, querían espectáculo y querían camisetas merengadas. Dulces sueños estrellados. «Es mi cumple, Marcelo, ¿me das tu camiseta?», escribió María Benavides, 16 abriles, sobre una sábana blanca. Y la tendió sobre las valllas del Toralín. Pero los de Mou no soltaron prenda a la afición. Se las llevaron empapadas de «babuña», esa lluvia fina, pero persistente que suelta la niebla en la capital berciana. Mojada, mojada... la camiseta que se llevó Itziar. Por la babuña que soportó desde las 17.30 horas hasta las 22.00 a las puertas del Toralín. Y. sobre todo, por sus lágrimas. No paró de llorar la muchacha desde que Rodrigo, jugador de la filial de la Ponferradina, le entregó la camiseta firmada por la estrella de las estrellas, Cristiano Ronaldo. Él ni se acercó a la peña. En el partido, malencarado. En la calle, sousiño, sousiño . Lo hizo Ozil, generoso, con firmeza germana y elegancia oriental.

No hubo goles blanquiazules pero los de Barragán se midieron a los de Mou sin complejos. Y hubo, como en la pancarta de una aficionada, hasta un CR6 (Carlos Ruiz, de la Ponfe) versus CR7 (Cristiano Ronaldo). Escaramuza honrosa de la República de Bierzo contra el Imperio Blanco. Nada de Guerra de las Galaxias. «Es misión imposible». Lo dijo Manuel Alonso: «Sonó una vez la flauta (por lo de Alcorcón)...». Claro que a este ganadero de Puente de Domingo Flórez nadie le va a robar el gusto de haber latido con los dos ascensos de la Ponferradina: «Uno en Alicante y otro aquí, en preferente».

Con el corazón en vilo, en el estadio del Toralín se devoraban bolsas de pipas, chicles, barritas energéticas... Y bocadillos. «¡Qué no digan que se pasa hambre el Bierzo!» Claro que el principal alimento fueron las ovaciones a la Ponfe, los aplausos y la energía colectiva con la que hicieron vibrar El Toralín los casi 8.000 espectadores. Las peñas madridistas quedaron esquinadas. «¡A por ellos!», decía la de Toral de los Vados. Y los de aquí no se achicaban. Alguno se pasó de la raya y profirió insultos. Pero no se oían. Primó el talante berciano. «¡Se nota, se siente, el Bierzo está presente!». Y, ojo, Ponferrada no se quedó sin estrellas. El alcalde se ocupa: ha sembrado el eje comercial de estrellas blanquiazules. Por Navidad.