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EL PARTIDO DEL SIGLO | EN EL PUNTO DE MIRA

El gol calma la ansiedad de Cristiano

Cristiano Ronaldo saltó al césped enrabietado y llegó a desesperarse hasta que volvió a ver puerta .

RAMIRO/NORBERTo/JesÚS/DE LA MATA/BARREDO

Publicado por
León

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Era el señalado por la afición después de la derrota del Clásico. Y Cristiano Ronaldo lo sabía. Su cara denotaba rabia. Fue el último en salir del túnel de vestuarios cuando el Real Madrid inició el calentamiento. Acariciaba con mimo el balón que sujetaba en su mano derecha. Llevaba las medias bajadas. La mirada fija. Utilizaba el esprint como terapia para una ansiedad desmedida.

Quería volver a vivir ese idilio con el gol, pero su ambición resultaba desbordada. No estaba fino. Al menos en el calentamiento. Parecía ausente, ajeno a los rondos que enhebraban sus compañeros. Tiró varias faltas, casi todas desde treinta metros, aunque no vio puerta en ninguna de ellas. Probó con las bicicletas y alguna filigrana aislada antes de volver al vestuario. Fue el primero en afrontar el túnel. Saltó al césped diez minutos después y animó a cada uno de los futbolistas del Madrid. Se acercó hasta el banquillo para beber agua y mojarse el pelo. Llegaba la hora de volver a ser ese jugador eléctrico, determinante, el de las grandes noches. No importaba que enfrente estuviera un equipo de Segunda B. Cristiano siempre está en el ojo del huracán y su forma de entender el fútbol no permite ninguna relajación.

Borja Vallé le pidió la camiseta antes del pitido inicial y él respondió con una palmadita. Tocó el primer balón con la cabeza en el segundo 28 pero se fue directo al rival. Carlos Ruiz era su sombra en el campo. Pedía el balón con insistencia y exigía al Altintop salir con la pelota jugada. Gesticulaba y cambiaba de banda continuamente. No encontraba su sitio y protestaba cada vez que perdía el esférico. Llegó tarde a un balón dividido con Borjina y terminó arrollando al futbolista berciano. La grada empezó a pitarle.

Y él no se arrugó y buscó hasta la desesperación los espacios para recuperar la confianza. Levantaba los brazos, cambiaba al centro, pero chocaba con su propia ansiedad. No tuvo la primera ocasión hasta el minuto 20, aunque el árbitro señaló fuera de juego y él, resignado, fijó su mirada en el césped, como si quisiera encontrar una respuesta a su desesperación.

Un minuto después tuvo el gol en su bota izquierda pero Orlando evitó el primero del Madrid. El tanto de Callejón en el 29 tampoco calmó su rabia, aunque fue, junto con Marcelo, en primero en felicitarle. Algo le pasaba porque ni si quiera se acercó a tirar la primera falta del conjunto blanco al borde del área. El tobillo restringió su potencial. Cojeaba ostensiblemente cuando el árbitro anunció el descanso. Reapareció con la misma rabia entre sus dientes. Y mejoró en la segunda parte. Devolvió paredes y dejó destellos de su incuestionable calidad aunque estaba demasiado lejos de la portería. En el minuto 54 tiró su primera falta. Dio cinco pasitos hacia atrás y lanzo un misil que golpeó en la barrera. Reclamó mano. Tres minutos después se enzarzó con Samuel y se convirtió en el blanco de la grada. La afición coreó el nombre de Messi y él respondió con un gol en el 73. Era su segundo y último tiro a portería. Mourinho lo sustituyó en el 77. El trabajo estaba hecho.