Diario de León

españa hace historia UNA gesta irrepetible

Un dominio perpetuo

España conquista la triple corona al enlazar dos títulos continentales y uno mundial por primera vez en la historia de los grandes torneos de selecciones.

Pie de foto.

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Isaac Asenjo | kiev
León

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Cuando Iker Casillas incrustó la copa en el cielo de Kiev, cerró un círculo que había permanecido abierto durante 82 años. Ninguna de las grandes selecciones que forman parte del imaginario colectivo del fútbol, como el Brasil de Pelé, la Alemania de Beckenbauer y la Argentina de Maradona, ni de las grandes olvidadas, esas a las que se les negó la posibilidad de conquistar el planeta, ha podido enlazar dos torneos continentales y uno mundial.

«El que no pasa la pelota al pie es una mala persona». Esa fue la máxima de Néstor Rossi, una de las estrellas que instauraron el único precedente de un combinado capaz de levantar tres títulos consecutivos.

Aquella Argentina, que se hizo con las Copas América de 1945, 1946 y 1947, estaba enarbolada por ‘La Máquina’ de River, para muchos uno de los mejores equipos de Sudamérica junto al Santos de ‘O Rei’. Era un conjunto rebosante de talento indomable que anteponía la diversión a la victoria. «No pensábamos en hacer goles. Salía solo», decía Juan Carlos Muñoz, uno de los encargados de trasladar la calidad a la selección.

El atacante formó con el delantero Ángel Labruna una asociación que enamoraba a la grada. «Sale el sol, sale la luna. Centra Muñoz y marca Labruna», cantaban los aficionados. Adolfo Pedernera, apodado ‘el Maestro’ por su inteligencia, José Manuel Moreno y Félix Loustau completaron la mágica delantera, a la que Alfredo di Stéfano puso el broche de oro en la edición de 1947. Pero quien mejor encarnaba aquel grupo, privado de aspirar a tomar el mundo por el estallido de la Segunda Guerra Mundial, fue Néstor Rossi. De voz grave y una sorna que dejaba sin opción a réplica a sus interlocutores, dejó numerosas anécdotas para la hemeroteca del fútbol, con recriminaciones para todos, desde sus compañeros más llanos hasta las grandes estrellas de la época.

«Pájaro, ¿por qué no te pones un clavo en el pecho?», le espetó a su compañero Scandoli tras fallar un control con el pecho.

‘Saeta Rubia’, ¿a quién le ganaste?», le recriminó a Di Stéfano. «Cabezón, ‘corré’ al negro», le ordenó a Omar Sívori, Balón de Oro en 1961. «‘Pipo’, todos son negros», le respondió. «No me importa. ‘Corré’ a todos», zanjó.

«Beto, te llamaban ‘El goloso del área’. ¿Qué te pasa, te agarró la diabets?», le preguntó al portero de Huracán en su etapa como entrenador.

El primer conjunto que se acercó a la triple corona fue la Italia de los años 30, aunque sufrió el doble atenuante de que la Eurocopa aún no existía y se vio superada por la alargada sombra de Benito Musolini, acusado de pactar con los árbitros para conseguir la victoria a toda costa.

Justo lo contrario les sucedió a Argentina y Uruguay, que encadenaron dos triunfos continentales en las primeras décadas del pasado siglo, pero no pudieron refrendarlos con un Mundial, ya que no comenzó a disputarse hasta 1930. No hubo entonces noticias de Brasil, cuyos éxitos se hicieron esperar. Fue de la mano de Pelé cuando pusieron la Tierra a sus pies y consiguieron dos Mundiales seguidos (1958 y 1962), alternados con dos subcampeonatos en la Copa América (1957 y 1959). Su mayor acercamiento a una gesta inédita es aún más reciente. La ‘canarinha’ participó en seis finales y se impuso en cinco en una sola década, con la consecución de los torneos sudamericanos de 1997, 1999, 2004 y 2007 y el Mundial de 2002, además del subcampeonato de Francia ‘98. Once metros separaron a Alemania Federal de la primera triple corona de la historia. Levantó la Eurocopa de 1972 y fue el verdugo en 1974 de la ‘Naranja Mecánica’ de Johan Cruyff, que logró pasar a la historia desde el subcampeonato. ‘Torpedo’ Müller, Breitner, Hoeness y el pegajoso Vogts, entre otros, entregaron la batuta a Franz Beckenbauer, quien les guió durante cuatro años de gloria hasta la final de la Eurocopa de 1976, donde el checoslovaco Panenka firmó su legado con un lanzamiento de penalti único. Francia siguió la estela de los teutones con un Mundial (1998) y una Eurocopa (2000) en la chistera de Zidane, pero cayó con estrépito en la cita de Corea y Japón, donde ni siquiera anotó un gol

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