La llama del Olimpo
Una espectacular ceremonia abre los teceros Juegos que alberga la capital británica.
Por tercera vez, la llama olímpica alumbra al mundo desde Londres. La visión de ese fuego, pasada la medianoche, obligó a recordar que la capital británica siempre está ahí, generosa y dispuesta, si el deporte la necesita.
La ceremonia inaugural, que se prolongó durante más de tres horas a partir de las nueve y doce minutos de la noche (una hora más en España), resultó atractiva. El listón de Pekín, por supuesto, era imposible de superar. Eso se daba por descontado. Hace cuatro años, Zhang Yimou apostó por ejecutar el mayor espectáculo de sincronización de masas que se haya visto nunca. Lo consiguió. La imagen de los 2008 tambores ‘fou’ desgranando los diez últimos segundos de la cuenta atrás hasta llegar a las ocho de la tarde del 8 de agosto de 2008 fue algo inolvidable. Como el resto de la ceremonia, que si de algo pecó fue de recrearse, durante cuatro horas, en su propia grandiosidad. Ayer Daniel Boyle siguió otro camino. Con 15.000 voluntarios y 35 millones de euros a su disposición quiso dejar un recuerdo de «humanidad e intimidad».
Si los chinos no se olvidaron de consignar algunas de sus grandes aportaciones al mundo, como el compás, la pólvora, el papel y la imprenta, los ingleses hicieron un recuento simbólico de su personalidad y de su historia. La mitad de la ceremonia, que tuvo mayor número de jefes de Estado y mayor presencia de sangre azul en el palco que ninguna otra vista hasta la fecha, la ocupó el alegre desfile de las 204 delegaciones participantes.
La española fue recibida con aplausos, una cierta melancolía por la ausencia de Nadal como abanderado (Pau Gasol es muy grande, pero el baloncesto en Inglaterra es casi una excentricidad) y la curiosidad de muchos por el uniforme de Bosco, gratis y singular, por calificarlo de la mejor manera. El desfile se hizo demasiado largo, como siempre. Ya es una tradición.