LONDRES 2012 | TRIATLÓN. EL SUPERHÉROE DE PLATA
'Superman' Noya
El español se cuelga la plata y se desquita del cuarto puesto conseguido en los Juegos Olímpicos de Pekín.
Es un deporte guerrero. Lo inventaron los marines en una apuesta. ¿Qué es más duro, nadar, pedalear o correr? Mejor todo junto. El estanque de Hyde Park hacía de piscina: kilómetro y medio de braceo entre patos que punteaban el agua al despegar. Buen sitio. Gómez Noya iba pendiente de los Brownlee. El año pasado, en una prueba de la Copa del Mundo, uno de ellos le agarró el pie bajo el agua para beneficiar a su hermano.
Trampa submarina. No se ve. Y pasa de todo. Noya, de talla media en un mundo de pívots, se puso tras el eslovaco Varga. Buen navegante. El agua estaba a 19 grados. Y con ese frío se permiten los trajes de neopreno.
«Eso me va bien», dijo el gallego. Reduce las diferencias en ese tramo. Salió segundo del agua (17m.00), tras Varga. Los Brownlee, pegados (17.02).
Son hijos de una buena familia de Leeds. De padre pediatra y madre médico. Los dos deportistas. Alistair estudió medicina en Cambridge y Jonathan estudia Historia. Juntos dominan el triatlón desde 2009. Y querían entrar de la mano en la meta de sus Juegos. Solo Noya podía partir ese plan. Es hijo de gallegos emigrantes en Suiza, en Basilea. Y le tiene alergia a los médicos. ‘No apto’, le condenaron. Los 43 kilómetros en bicicleta reagruparon a los candidatos. Noya iba solo. Así es su vida.
Mide como nadie cuando el corazón se vuelve loco por el esfuerzo. Una vez le dijeron que puede morir en carrera. Ya no le asusta nada.
El tránsito de la bici a la carrera a pie. Ese primer kilómetro. Los Brownlee rompen siempre ahí. Es como la cuesta final en el ciclismo.
Noya ha estado meses en Fuerteventura, en su isla, ensayando ese momento.
Rompiéndose las piernas para cubrir esos mil metros en 2 minutos y 45 segundos. Es el momento cruel: cuando más duelen las piernas tras una hora de bicicleta. Ahí, como él sabía, rodaron las medallas. Se fueron los hermanos y un corazón. Los Brownlee y Noya. «En otras carreras escucho los jadeos de los rivales. Siento cómo van. Aquí era imposible por los aplausos de la gente», contó Noya. A cada paso por la meta miraba la televisión gigante. Veía las caras de los Brownlee. Alistair corría con el cuchillo entre los dientes. Ufff. El oro se iba. Pero la mirada de Jonathan suplicaba. «Además, tenía que pararse 15 segundos porque había sido sancionado», manejaba Noya. Cierto. Así es la norma: Jonathan Brownlee saltó de la bicicleta más tarde de lo permitido. Multa. Noya ya tenía la plata. El oro, en cambio, empezó a alejarse. Gota a gota. El grifo contó hasta once. Los segundos que Alistair le sacó en la meta. El inglés marcó unos increíbles 29 minutos y 7 segundos en esos tremendos 10 kilómetros. Noya necesitó nueve segundos más (29.16). El tiempo entre el oro y la primera plata de un triatleta español en la historia de la delegación olímpica.
«Merece esa medalla», dijeron sus compañeros, Mola (19º) y Pérez (24º). «Es un ejemplo para nosotros». Un tipo que se juega la vida por nadar, pedalear y correr. Por elegir cómo quiere vivir. Ahora toca saborear su éxito, el de un deportista que siempre da la cara y se entrega al máximo.