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León

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Opinión | marcelino sión

director técnico del campeonato de españa

Quinto año de la asfixiante crisis económica, «cinco y p’adelante» que dirían en Cuba. En mitad de este páramo sombrío, el mundo del ajedrez, como no podía ser menos, también vive su particular calvario, desaparición de grandes torneos, escasez de recursos, fuertes recortes para las Federaciones, todo ello augura un futuro nada alentador.

Pero a mí me gustaría plantear dos preguntas importantes, la primera es, ¿qué pasaría si el ajedrez desapareciera como actividad en nuestro mundo moderno?, en mi opinión, la respuesta más realista sería NADA. Esta pregunta debería situar a todos los que amamos el ajedrez en la habitación del pánico, pero en contraposición deberíamos hacernos también la siguiente pregunta si cabe, todavía más importante, que es, ¿estaría mejor el mundo sin el ajedrez? y aquí sí que mi certeza es total… ROTUNDAMENTE NO. Cómo podríamos prescindir de una herramienta educativa tan valiosa como el ajedrez, que te enseña a pensar, a tomar decisiones, a desarrollar la autocrítica, a apreciar el gusto por lo bello, ¿deberíamos desdeñar en un mundo como el actual algo que posee valores tan positivos? ¿estamos en condiciones de prescindir de elementos que armonizan el pensamiento y desarrollan las mejores cualidades humanas?, creo que la respuesta obvia es NO.

El ajedrez posee potencialidades que deben permitir su supervivencia, es necesario desarrollarlas, es necesario que todos los que aman el ajedrez se conciencien que se necesita la ayuda de todos para conseguir que este juego milenario no sucumba al puro materialismo de lo imprescindible, esto debe afectar a los aficionados, a los profesionales, a los organizadores, a los directivos y a los padres de tantísimos niños que utilizan el ajedrez para desarrollarse como personas. Es el momento de aplicar lo que el propio ajedrez nos ha enseñado, imaginación, cálculo, estrategia, tenacidad y aprovechar todo esto para construir las sinergias necesarias para conseguir que nadie en la tesitura de hacerlo opte por la primera pregunta sin sentirse obligado a pensar muy seriamente en la segunda.