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La dicotomía del Barcelona

El Madrid quiere aprovecharse de los problemas en defensa de los azulgrana, aunque los culés confían en neutralizarlos con su enorme efectividad en ataque.

Messi y Cristiano volverán a protagonizar el duelo entre los dos mejores jugadores del mundo.

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cristian reino | barcelona
León

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El barcelonismo vuelve a estar dividido. Después de años en que todo se veía de color rosa, la estrepitosa derrota en Milán ha rescatado viejos fantasmas y la afición regresa a su faceta bipolar: los optimistas y los pesimistas, el yin y el yang azulgrana.

Por un lado están los aficionados veteranos, que las han visto de todo los colores y han atravesado unas cuantas travesías del desierto con lustros enteros en blanco. Estos son los que dudan del equipo y solo ven los datos negativos. Sobre todo el más llamativo: que el Barça acumula once partidos consecutivos encajando al menos un gol. Los problemas en defensa preocupan en el equipo.

Un fallo ante el Madrid mañana puede ser decisivo y otro ante el Milan dentro de 20 días tendrá consecuencias casi dramáticas. Frente al conjunto lombardo los problemas en la zaga se hicieron insoportables y pusieron en evidencia una rémora que arrastra el equipo casi todo el año, casi desde el inicio de campaña, pero que la efectividad de los delanteros ha ido disimulando.

Eso sí, en los exámenes finales ya no hay margen de error. El cuadro catalán no puede sufrir cada vez que un rival cuelga un balón al segundo palo, cada vez que le botan un córner o una falta lateral o cada vez que los carrileros regresan de una de sus incontables incorporaciones al ataque. Da igual quién sea la pareja de centrales, porque con todas las combinaciones el once de Tito Vilanova ha sufrido. Al principio de la temporada, los problemas se achacaron a las lesiones —las de Puyol y Piqué—, luego al mal estado de Mascherano, a la ausencia de Abidal, al error de no haber fichado un central en verano... Para cada situación, había una excusa. Pero a medida que avanza el curso, empieza a quedar más claro que el problema no es de nombres, ni de falta de efectivos, sino de concepto.

El equipo ya no presiona como antes, que ahogaba al rival en su área; el contrincante no recibe esa asfixia mortal y con pocos toques puede presentarse ante Valdés; la propuesta futbolística es menos física; la defensa ya no la hacen los once y las faltas laterales, por ejemplo, son defendidas de forma muy adelantada, dejando mucho espacio entre la línea y Valdés.

Y a todo ello se añaden los errores individuales. Por ejemplo: ¿Qué hacía Alves cubriendo a Botía en un balón aéreo (es mucho más alto que él) en el gol del Sevilla? Pero por otro lado está la hinchada más joven, la que nace en 1992 con la victoria en el viejo Wembley ante la Sampdoria y que solo ha conocido la cara amable y exitosa del club. Esta corriente sociológica del barcelonismo se aferra a las espectaculares cifras del equipo. El FC Barcelona solo ha perdido un partido de Liga (en Anoeta), dos en ‘Champions’ (en Glasgow y Milán) y lleva camino de batir el récord de puntos y goles del campeonato liguero, como consecuencia de una efectividad atacante a prueba de bomba.

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