Diario de León

PRIMERA DIVISIÓN. LOS CLÁSICOS SE TIÑEN DE BLANCO

El Madrid hurga en la herida culé (2-1)

Un enorme cabezazo de Sergio Ramos castiga el conservadurismo de un Barça que acabó desquiciado.

El defensa del Madrid, Sergio Ramos celebra su gol, el segundo de su equipo, que supuso la victoria ante el Barcelona.

El defensa del Madrid, Sergio Ramos celebra su gol, el segundo de su equipo, que supuso la victoria ante el Barcelona.

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ignacio tylko | MADRID
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Lo que parecía el clásico más descafeinado y atípico que se recordaba, terminó con un Madrid eufórico y un Barça desquiciado, con sus jugadores fuera de sí y rodeando a Pérez Lasa, que no tuvo culpa de su derrota (2-1) por más que Víctor Valdés le protestara hasta ganarse la expulsión y pudiera existir penalti de Ramos sobre Adriano por un mínimo contacto que el brasileño exageró. A medio gas, con un equipo plagado de suplentes, la mirada fijada en Old Trafford y Cristiano en el campo solo media hora, el equipo de ‘Mou’ logró el segundo triunfo consecutivo ante el eterno rival en menos de una semana. Un gran éxito que conforma el extraordinario momento de los merengues de cara a la gran cita continental y aboca al Barça a su primera crisis desde tiempos de Guardiola. Su ventaja de 13 puntos sobre el Madrid y de 12 sobre el Atlético, que el domingo visita al Málaga, es casi imposible de contrarrestar, pero las sensaciones de los catalanes no pueden ser peores. Hoy por hoy, pensar en la remontada ante el Milan es una quimera.

Hay que remontarse a 1962 para encontrar a un Barça que sumase 13 partidos encajando goles. Los catalanes tuvieron más dominio pero volvieron a fracasar individual y colectivamente. Es cierto que Messi marcó e igualó a Di Stéfano como máximo artillero en los clásicos con 18 goles. Acumula 16 jornadas viendo puerta y nada menos que 39 goles en esta Liga, pero ni de lejos rayó al nivel habitual de este Balón de Oro considerado el mejor jugador de todos los tiempos. Definitivamente, el Madrid le ha tomado la medida al Barça en los pulsos directos. De pronto, es como si los culés se hubiesen quedado sin fuerzas, sin apetito, sin capacidad mental para salir de los baches.

Sería difícil poder encontrar un derbi tan descafeinado hasta el tramo final, donde la tarde enloqueció porque Cristiano elevó las prestaciones del Madrid y los culés, demasiado conservadores con el empate, luego no supieron perder. Ningún aroma intenso de clásico en Chamartín. Entre la hora, más propia de la sobremesa o la siesta, el colchón de puntos, el horizonte de la ‘Champions’ y el bajón que siempre provoca un duelo de máxima intensidad como el del pasado martes en Copa, le faltaron ingredientes. Poco picante para tanto partido. Si este era el día y la hora señaladas para captar la atención de medio mundo, especialmente de Asia, la elección resultó baldía.

Mourinho dibujó un planteamiento cauto, perspicaz y hasta insultante para el Barça. Recibir al líder con nada menos que siete cambios respecto al último once que salió en el Camp Nou resultaba lógico pensando en el United. Lo más novedoso, quizá para jugar al despiste con Alex Ferguson, ver a Pepe de centrocampista, una medida que siempre chirría, a Essien de lateral derecho y a Morata escorado a la banda izquierda, en la zona que normalmente ocupa Cristiano Ronaldo. Un derbi sin CR7 es como una casa sin salón.

Aunque ya se esperaba un equipo plagado de suplentes, el método elegido por ‘Mou’ sorprendió de nuevo a los cules en el arranque. Solo así puede entenderse la facilidad con la que Morata irrumpió para ningunear a Dani Alves y dejar en bandeja el 1-0 a Benzema, el hombre de las últimos días. Las redes sociales, inundadas de tópicos relacionados con la rapidez y el desenfreno del francés.

Los locales le regalaron entonces el balón a un Barça que pronto encontró a Messi. El argentino ganó la espalda a Ramos, dubitativo hasta emerger con su golazo final, y superó a Diego López con un disparo raso y a contrapié.

Hasta el descanso, nada noticiable. Posesión estéril de un campeón sin chispa, sin velocidad, sin ideas y sin necesidad. Daba toda la sensación entonces de que esas tablas las firmaban los merengues, desde Mourinho a Karim, pasando por Kaká. Al brasileño apenas se le vio en un día señalado para reivindicarse. Acabó reemplazado por Khedira. En el bando opuesto, tampoco el ‘Guaje’ fue ese jugador desequilibrante y con gol de antaño. Disfrutó de alguna internada pero se le vio lento y sin confianza.

El madridismo se levantó cuando Cristiano salió a calentar y entró en lugar de Benzema, a falta de más de media hora. Incluso con el freno de mano echado y la sonrisa dibujada en su rostro, ahora más amable, el luso marcó diferencias. Le bastaron tiros lejanos y una arrancada con poderío para intimidar a los culés. Roura exigía más intensidad, pero sus chicos, ya desgastados, se conformaban con lo que había. De pronto, Pepe se sacó un gran pase y a Morata solo le frenó Valdés. Después, Ramos se elevó para cabecear, a la salida de un córner. Quedaba la polémica, el posible penalti sobre Adriano y la pésima imagen de unos barcelonistas desconocidos. El Madrid encara crecido la gran cita de Manchester y el Barça debe hacérselo mirar.

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