Diario de León

MOTOCICLISMO. GRAN PREMIO DE VALENCIA

Un campeón de leyenda

Marc Márquez entra en la historia del Mundial con su título en MotoGP tras firmar un estreno de categoría majestuoso. Lorenzo, que se despide de su corona con un triunfo en Cheste, y Pedrosa le escoltan en el podio.

Márquez señala con su dedo el número uno de campeón encima de su Honda en cuyo carenado lucía tras la carrera el mismo dígito.

Márquez señala con su dedo el número uno de campeón encima de su Honda en cuyo carenado lucía tras la carrera el mismo dígito.

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Miguel Sesé | Valencia
León

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Defender un reinado sin ayuda es tan complicado como lograrlo sin experiencia en las batallas. Lo vivido ayer en Cheste, con el Mundial para Marc Márquez y la honra para Jorge Lorenzo, fue el fiel reflejo de la temporada más apasionante de MotoGP de la década, en la que un hombre lo dejó todo para contener lo incontenible. La fuerza de un joven emperador armado hasta los dientes que amenaza con dominar con mano de hierro el presente y el futuro del motociclismo, y quién sabe si también la historia. El ‘93’, número que refleja su año de nacimiento, se coronó a los 20 años como el campeón más joven de la historia, el primer novato con tales credenciales y el primer español en lograr el triunfo en las tres categorías. Su debut ha resultado impecable, soberbio, dejando en la sombra a su compañero de garaje en apenas horas y cumpliendo el sueño de todo piloto, en sus propias palabras, «quizá demasiado pronto».

Y es que el genio de Cervera corre demasiado incluso para sí mismo. Para ello ha contado con un equipo que, salvo en Australia, le ha proporcionado el mejor material de la categoría, le ha otorgado galones de jefe y le ha respaldado como un bloque en el momento determinante. Que la más importante fábrica de dos ruedas se arrodille ante un niño muestra dos cosas: lo desesperados que andaban en busca de un líder tras el adiós de Stoner; y la capacidad de Márquez de asumir y superar cualquier meta que se ponga por delante.

La de Cheste era una carrera muy delicada en la que Lorenzo, su adversario, cumplió el plan a la perfección. Su idea inicial era la de ponerse primero y desde ahí frenar a sus perseguidores para hacer grupo. La táctica era la correcta, y el bicampeón se empleó al límite, dejando en Valencia los mejores detalles de pilotaje del Mundial, El problema de Lorenzo es que ha luchado en solitario. Sin moto, y sin compañeros. Y ambas cosas pesaron en el epílogo.

Táctica sin ayudas

Mientras que Pedrosa atacaba el liderato de la prueba, Márquez iba ‘tranquilamente’ protegido, con Dani por delante y Bautista por detrás, que pensaba en mil cosas salvo en enseñar la rueda. Así, entre algodones, vivió el ya campeón los momentos más emocionantes de la temporada. Lorenzo, al frente, frenaba y esperaba cualquier ayuda por detrás en algún diapasón con ganas de demostrar al final algo diferente al estrepitoso fracaso de temporada. La respuesta fue la habitual, ninguna: Rossi perdiendo fuelle, Crutchlow por los suelos y Smith prescindible.

El toque de Lorenzo con Pedrosa dejó al catalán quinto, tratando de remontar hasta el podio. El exceso de celo de Jorge le costó su última bala, ya que creó huecos entre los pilotos de cabeza. Márquez, que por momentos se puso primero, no tuvo intención de pelearse cuerpo a cuerpo, entregando la batalla para ganar la guerra. Lorenzo recuperó el liderato sabiendo que frenar ya era un recurso estéril. Nadie iba a llegar para echarle una mano. El voltaje bajó en las últimas vueltas, que perdieron intensidad. El ‘99’ se cansó de batallar para nada y realizó una huelga ‘a la japonesa’: se marchó por delante para gritarle al viento que había hecho todo lo posible para defender la corona.

Igual de cómodo estaba Márquez, sabedor de que medio Mundial ya era suyo, mientras que la única duda sería si Pedrosa, al llegar a su compañero, iba a meterle la rueda o flanquear su triunfal llegada a la meta. Dani apareció al rebufo, Márquez se giró y en un gesto con la mano le cedió la segunda plaza con tranquilidad, sabedor de que ya nadie le arrebataría la gloria.

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