CARRERAS DE MONTAÑA
Correr al límite, correr por una emoción
Pablo Villa, corredor de montaña leonés, disfruta más con las sensaciones que produce una ultra trail de cien kilómetros que con las marcas. «Buscas emociones no resultados». Procedente del atletismo, Villa descubrió su pasión en el año 2009 cuando, desoyendo a quienes no le creían capaz de hacerlo, se inscribió en la Travesera de los Picos de Europa. Aquellos 75 kilómetros le conquistaron para la causa
«Lo único que pido es salud para poder seguir en la búsqueda». El blog personal de Pablo Villa, el corredor de montaña leonés que con sus zancadas se ha hecho ya un nombre en los ultra trails, acaba con esta frase. ¿Qué es esa búsqueda que persigue todo corredor de cumbres? Realmente es difícil de explicar porque pertenece al terreno de las emociones y una emoción nunca se puede diseccionar como un balance de cuentas. «Corriendo por la montaña me siento feliz, allí he encontrado emociones y sensaciones que no he encontrado jamás. Yo esa búsqueda la encuentro por la montaña, experimentando cosas que no había sentido nunca. Más que resultados lo que buscas son emociones».
Emociones internas y tan intensas como para hacerle llorar antes de llegar a meta. Sucedió hace sólo un par de semanas cuando corría la Transvulcania sobre los senderos de lava endurecida de las Canarias. Se sentía tan bien, en una comunión tan perfecta entre lo físico y lo espiritual que dejó salir todo ese sentimiento. «Fue la primera prueba de la Copa del Mundo y quedé noveno. A falta de diez kilómetros para terminar me emocioné tanto que me eché a llorar».
«Nací en León, por los pelos en el año 1988, ya que vi la luz un 30 de diciembre», detalla cuando habla de si mismo. «Mis padres, Manolo y Ana me transmitieron desde bien pequeño el amor por el deporte, al principio fueron el kárate y el fútbol, pero siempre estuvo ahí la estrecha relación con el monte». Su padre se dedicaba a la espeleología alpina y toda la familia, su madre y su hermano, lo acompañaban a los Picos de Europa. La montaña, las alturas, una relación de amor que tiene pinta de ser eterna. «Lugares asociados a nombres como Liordes, Pedabejo o Jermoso debieron ser testigos de mis primeros entrenamientos en montaña, por supuesto que sin tener ningún tipo de conocimiento de que aquello estaba forjando en mí este espíritu de aventura y de amor por la naturaleza».
Este maestro de Educación Física que no ejerce y que se gana la vida en la tienda de deportes de La Bañeza North Bike Sport, comenzó en el atletismo pero las carreras de montaña no las descubrió hasta el año 2009. Esa fecha tiene un significado muy especial para él.
«Mi temporada 2009 empieza como todas las anteriores, cross, media maratón y tal vez, algo de pista. Pero un reto se cruza en mi mente, se llama Travesera de Picos de Europa y ante las recomendaciones de todos de que no podré con ella, que es ‘demasiado para ti’… pues eso, oídos sordos, y a por ella… Ha sido la experiencia más bonita que he vivido nunca, una carrera que hizo que afloraran en mí todo tipo de sentimientos durante las 15 horas que me llevó hasta que la terminé. Ese momento y esa carrera estarán para siempre unidas a mi vida», explica cuando recuerda esa prueba de hace cuatro años.
La Travesera de Picos de Europa tal vez no sea la más mediática de las carreras pero a Pablo Villa es la que más le llena. «Son 75 kilómetros con un desnivel enorme y zonas incluso de mucho peligro en las que hay que andar con mucho cuidado para no despeñarte».
El veneno de las carreras de montaña lo tenía ya en las venas. Empezó a dirigir su entrenamiento hacia esta actividad específica. Y en el 2012 llegó la apuesta más fuerte. Algo que asusta cuanto lo cuenta. «El reto más importante fue en el 2012, el Anillo del Vindio en Picos de Europa. Se trataba de recorrer todos los refugios de los Picos de Europa y cerrar un anillo de 115 kilómetros distancia en invierno con nieve y mucho frío Fueron 45 horas corriendo sin parar. Lo hice con Salva Calvo y con Jesús Martínez un himalayista gallego con siete ochomiles. Una máquina escalando», asegura.
No, no es ningún error la cifra anterior: 45 horas corriendo sin parar entre hielo, frío y temperaturas bajo cero. Una prueba de esta exigencia máxima implica unos peajes. «Cuando salí de León el viernes pesaba 63 kilos y cuando volví en la madrugada del domingo al lunes volvía a pesarme y la báscula marcaba 56,7». Son casi dos días de marcha infernal. «Paras para comer, cambiarte de ropa o hacer tus necesidades. Se trata de empezar y no parar el cronómetro. Aunque en el refugio del Urriello tuvimos que esperar varias horas a que saliera la luz y atacarle, porque había mucho hielo y no nos la queríamos jugar». Ellos tres fueron los primeros en poner nombre y apellidos a esta gesta porque nunca antes lo había hecho nadie corriendo.
La montaña saca valores interiores casi desconocidos, especialmente cuando llegan deseos de abandonar. «Siempre hay momentos difíciles en tantas horas. Y entonces lo que te mueve es la cabeza. El cuerpo tiene un límite y cuando llega ese límite entonces es cuando empieza a funcionar la cabeza. La gente mentalmente dura es la que mejor rendimiento saca». Y ahí cada maestrillo tiene su librillo que dice el refrán. Cada corredor tiene sus pequeños trucos para seguir hacia delante. «En mi caso —explica Villa— son motivaciones a corto plazo ir engañando a la mente, para que el cuerpo siga corriendo. Yo pienso en llegar al próximo recodo, y luego al siguiente. En ocasiones voy contando piedras y así continúo».
Desde que en el 2009 descubriese esta exigente disciplina deportiva ha participado en decenas de pruebas. Las más, en solitario, y algunas formando pareja con otro grande de las carreras de montaña, Manuel Merillas, atleta de Valseco (Palacios del Sil), soldado profesional en el acuartelamiento de montaña de Jaca.
Y como a nadie amarga un dulce tiene bien guardado en su memoria el momento de triunfo que más alegría le proporcionó. Triunfo especial. «Me acuerdo mucho en agosto de 2012 del cuarto puesto en el Mont Blanc en Chamonix. Con 112 kilómetros de recorrido es la reina de las carreras de montaña. Me dio la oportunidad de dar un poco el salto internacional. En el Mont Blanc siempre hay corredores muy buenos y de gran nivel siempre. Aquello supuso un punto de inflexión en mi carrera ya que por primera vez competí codo a codo con algunos de los mejores corredores de ultra distancia del mundo», explica el pupilo de Paco Arcilla, su entrenador actualmente y desde hace ya un montón de años. Pero también ha sabido ser profeta en su tierra. Y en el terruño tiene también motivos para presumir como cuando ganó la subida al Pico Fontañán en La Robla con sus 20 kilómetros.
En la actualidad su vida deportiva se centra en las carreras de montaña, más desde que la firma «Scott» se ha fijado en él y le ha dado la confianza de incluirle en su equipo internacional «junto a algunos de mis héroes del trail running como el italiano Marco de Gasperi».
No le sorprende el auge del running en León. Es el deporte de los nuevos tiempos. Por la calle, por las carreteras, por las márgenes del río... por todos los sitios hay gente corriendo. «La gente está encontrando en correr emociones», asegura. Otra vez la palabra que resume su filosofía. «Con el deporte se generan endorfinas que te hacen estar bien y ser más feliz».
«No sé dónde está mi límite —resume— pero sé que la búsqueda del mismo es lo que me motiva a salir cada día a disfrutar entrenando, ya sea surcando caminos o subiendo montañas. Y lo único que pido es salud para poder seguir en la búsqueda».