Cerrar

EN DIRECTO

Aquella niña sólo quería jugar

Publicado por
Aitor Álvarez
León

Creado:

Actualizado:

Una niña de diez años vino hace un par de meses a venderme caramelos en la playa. Yo estaba con mis amigos, tomando un zumo, sentado en una hamaca. Le dijimos que no queríamos nada. La niña, al ver que teníamos raquetas y balones, dejó toda su mercancía en el suelo y nos pidió jugar. Estuvimos con ella más de media hora, probablemente la mejor media hora del fin de semana para ella. De golpe, nos dimos cuenta de lo cotidiano que es ver a niños trabajando en Brasil. De golpe, pensamos en nosotros mismos cuando teníamos diez años y recordamos que, cuando íbamos a la playa, lo único que queríamos era jugar, igual que aquella niña.

En Brasil es habitual ver a un niño vendiendo en la playa en horario escolar. Nadie se sorprende. De hecho, los miles de aficionados durante el Mundial pasan por las playas de Copacabana e Ipanema en Río de Janeiro, seguro que compran paquetes de chicles o cervezas a menores de 14 años.

La semana pasada estuve en una rueda de prensa con el representante de Unicef en Brasil, Gary Stahl, quien pidió que el trabajo infantil no se convierta en algo cotidiano en este país y exigió a los ciudadanos que denuncien estas situaciones a las autoridades.

Stahl aseguró que en Brasil hay tres millones de niños que trabajan. La mayoría se encuentran en zonas rurales, muy alejadas de los estadios que acogen el Mundial y, por lo tanto, continúan en el olvido de todos. Pero muchos otros trabajan en los lugares turísticos y tienen trato directo con extranjeros.

Este representante de la organización de la ONU encargada de la protección de los menores dijo también que los datos son muy preocupantes y lamentó que el trabajo infantil sea algo cultural en la sociedad brasileña.

Aún así, el representante de Unicef en Brasil aseguró que el ejecutivo de Dilma Rousseff está trabajando bien en esa dirección. A su lado tenía a la Ministra de la Secretaría de Derechos Humanos de Brasil, Ideli Salvatti.

Pese a todo, hoy, cuando vuelva a ir a la playa de Ipanema a darme un baño, un niño volverá a ofrecerme un paquete de chicles por un euro. Y yo, probablemente, le diré que no y me daré otro baño.