Diario de León

MUNDIAl DE BRASIL

Mascherano frente a Khedira

Como dijo Maradona, el ‘Jefecito’ no porta el brazalete de capitán pero se ha convertido en el líder y alma de la albiceleste. Y el medio centro del Madrid ha pasado de ‘pegote’ blanco a héroe germano.

Mascherano es el alma de la selección argentina.

Mascherano es el alma de la selección argentina.

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ignacio tylko | río de janeiro
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Después de un curso oscuro en el Barcelona, desorientado y muchas veces vendido por sus compañeros en el eje de la zaga, Javier Mascherano se ha desatado en el Mundial y ha escrito una página de intenso amor con sus compatriotas desde la noche del pasado miércoles, donde el ‘Jefecito’ pasó a ser director con una actuación que le consagró y condujo a la albiceleste a la final de Maracaná.

No porta el brazalete de capitán porque se lo cedió sin rechistar a Leo Messi en 2011, a petición de Alejandro Sabella. Pero ‘Masche’, un prodigio de colocación y táctica más que de técnica o rapidez, fue un gladiador incansable que luchó cada pelota como si fuese la última y contagió a sus compañeros en la semifinal ante Holanda en el Arena Corinthians de Sao Paulo.

«Hoy te comés el mundo. Hoy te convertís en un héroe. ¡Dale, eh!», le dijo el centrocampista a Sergio Romero en el momento previo de la tanda de penaltis y en la que el discutido portero del Mónaco detuvo los lanzamientos de Vlaar y Sneijder.

«Demostramos cómo teníamos que jugar una semifinal del mundo. La disputamos con corazón, con alma, pero con una inteligencia táctica impresionante», afirmó tras la victoria que trasladó a Argentina a una final mundialista después de 24 años. Se golpeó la cabeza en un salto con Wijnaldum y se quedó conmocionado, pero volvió al campo con las ideas aún más claras. Y después de esa carrera en la que sostuvo nada menos que a Robben y salvó un gol justo antes de la prórroga, se quedó tirado en el césped. «Me abrió el ano», bromeó

Está con los músculos sobrecargados pero la final no se la pierde ni jugando con prótesis.

El ‘jefecito’ tiene en Alemania a su alter ego. Cuando en noviembre Sami Khedira se destrozó la rodilla derecha tras una entrada de Pirlo en un amistoso de enjundia, nadie podría pensar que el centrocampista alemán sería una de las estrellas de la ‘Mannschaft’ en el Mundial de Brasil.

Después de pasar por el quirófano para restañarle una rotura del ligamento colateral medial y del cruzado anterior, los médicos estimaron un período mínimo de seis meses de baja. Joachim Löw prometió que le esperaría y el jugador trabajó horas y horas cada día con los fisioterapeutas y recuperadores para acelerar los plazos y ponerse a punto. «Esperemos que pueda llegar para el inicio de la Copa del Mundo», dijo, escéptico, el médico de la selección alemana.

Reapareció con el Real Madrid en los últimos encuentros de la Liga e incluso Carlo Ancelotti le brindo la titularidad en la final de la Liga de Campeones ante el Atlético, en ausencia del sancionado Xabi Alonso y en detrimento de Illarramendi. Pareció un error. Khedira no funcionó, fue sustituido y el Real Madrid mejoró hasta golear en la prórroga. Khedira quedó señalado y el Mundial estaba en el aire. Pero Löw mantuvo su palabra, le convocó y su progresión ha sido superlativa.

Alejado del preciosismo y de ese catálogo del ‘jogo bonito’ que manejan los clásicos, impuso su ley. «Fue una gran victoria. Nos ganamos un hueco en la final pero no tenemos nada todavía. Nuestro objetivo es el título», indicó Khedira, con los pies en el suelo. «Cualquier aficionado puede y debe alegrarse. Pero todavía no tenemos la Copa ni nada que celebrar. Debemos mantener la concentración», insistió tras la goleada ante Brasil.

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