Diario de León

LUCHA LEONESA

De los que viven en corro

En el adiós a Cástor el de Carbajosa y Amador el de Campohermoso.

Oportunidades únicas con los «Mayores» de la Lucha, como el acto que les reunió en corro de generaciones y cuentos de aluches.

Oportunidades únicas con los «Mayores» de la Lucha, como el acto que les reunió en corro de generaciones y cuentos de aluches.

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A. Barreñada | Carbajosa
León

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«Pues fíjate tú: a lo mejor el día que sea, no estaría mal levantarse un momentín y ver quién había venido al corro». Era, así más o menos, cómo Cástor, el Molinero de Carbajosa, encaraba con su retranca al día que había de venir. Ayer fue ese día, de cielo abierto pero aire espinado, en el que los de la lucha leonesa despedían a dos de los suyos, de los nuestros: por sobre la vía, Amador el de Campohermoso; en la «Montaña de la Ribera», el penúltimo Molinero de La Sobarriba.

«Hay que decirle a esa de la guadaña que no venga segando de dos en dos, que nos deja muy pocos», decía Frumencio «el Águila Rubia», mientras hacía recuento con «Cayuso» de cuándo fueron partiendo los compañeros, o de cómo está el decanato de los cintos.

Ellos, los Mayores, estaban allí, como en los corros, al frente. Se tiene por muy cierto que en la lucha leonesa se viene produciendo un ahogo generacional, una crítica merma y envejecimiento de la fiel afición, sin visos de esperanza para la renovación en la grada. Cierto, y sin embargo, quizás se está perdiendo la posibilidad inestimable de sacar el mejor provecho de esa difícil situación; quizás, estamos perdiendo alguna de nuestras últimas oportunidades.

Más que oportunidad, todo un privilegio ha sido, para quienes lo tuvieron, sentarse cerca de esos paisanos que poco a poco, o tan de junto, van dejando el corro, allí, a pie de los agarres, o del vaso con el que se comentaron luego, o después de tanto tiempo, con la memoria prodigiosa y con el genio contador.

«Ganamos el corro del Pilar y nos dieron veinte duros. Mi hermano dijo: ¿qué hacemos con esto? Pues dos pesetas de pan y lo otro de vino, le contesté yo, y él me clavó: ¿y dónde coño vas tú con tanto pan?» Los «sucedidos» de Cástor y sus hermanos los Molineros, los hilados a la lumbre de Amador bajo Peña Negra, son esencia de aluches.

El profesor Flecha nos regaló la impagable imagen la de «los que viven en corro frente a los que lo hacen en fila».

Había (y afortunadamente aún hay) mucho magisterio haciendo corro. «A mí me tenían cariño, pero igual te saludaban el día que ganabas que el que te habían tirado». Lo recordaba un campeón de la generación intermedia, la de los que aún les vio luchar a ellos y disfrutó de su afición.

En la actualidad, en diversos ámbitos de la enseñanza, la cultura, las relaciones sociales... se propugna (en buena hora) el valor de lo «inter-generacional». En un corro de lucha leonesa hace falta muy poco para enriquecerse con la valiosa herencia del mejor patrimonio: apenas hay que saber sentarse junto a uno de ellos... Cástor se aúpa, remira y sonríe socarrón mientras menea la su cacha.

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