Cerrar

La Roja vuela ante la euforia

Los aficionados leoneses acuden al aeropuerto para cazar el último autógrafo. No hubo pitos ésta vez para Piqué.

Directiva y trabajadores de la Cultural, con Llamazares a la derecha, posan con los futbolistas de España.

Publicado por
sergio c. anuncibay | león
León

Creado:

Actualizado:

Entre pitos y flautas. Así ha pasado La Roja por León. Dos días de mucha intensidad, sobre todo para los cientos de aficionados que desde el principio han acompañado a España. En ningún momento han dejado sola a la expedición. Ni si quiera ayer, cuando los futbolistas consumían sus últimas horas en la capital. Volvieron a arremolinarse en torno al hotel de concentración y acudieron, después, hasta el Reino para despedir a los internacionales, que entrenaron durante una hora, y a puerta cerrada, en el campo municipal. Buscaban el autógrafo de sus ídolos, una foto de recuerdo que calmara la ansiedad de los más pequeños. Algunos, como Diego, tuvieron suerte. Consiguió una instantánea con Isco, al que llamó con insistencia cuando estaba a punto de subirse al autobús. El malagueño le vio, se acercó hasta él y Diego, emocionado, rompió a llorar.

No fue al único al que se le escaparon las lágrimas. En el aeropuerto de La Virgen, de donde salió La Roja a las tres de la tarde rumbo a Minsk (Bielorrusia), había también muchos niños y niñas, acompañados por sus padres, que esperaban con ilusión el último paseíllo del equipo antes de alcanzar la terminal.

Llegaron al aeródromo a las 14.33 horas. Fue entonces cuando se desató la locura. Todos querían acercarse a sus ídolos y para eso tiraban de ingenio en sus pancartas. Desde el ‘Piqué, yo estoy contigo’ que enarbolaba Andrea Mantilla Arias, hasta el trueque que proponía otro aficionado: ‘Tu camiseta por un chorizo de León. Arriba virginianos».

El central del Barça recibió ayer bastantes muestras de cariño, después de los pitos que sufrió durante el entrenamiento del miércoles y el partido del jueves. Es cierto que también hubo alguna pancarta en contra, pero la retiraron antes de que los jugadores llegaran a La Virgen. «Sólo se acuerdan de él para lo malo», reprochaba Andrea, incómoda aún por los silbidos durante el encuentro. «No los entiendo», criticó. Y eso que Piqué pasó de largo, aunque le brindó una sonrisa cuando vio el mensaje de apoyo escrito sobre un cartón.

Sí se pararon Silva, Nolito, Alcácer, Ramos, Casillas, San José y Fábregas. Aunque de manera frugal. Suficiente para dos niños peruanos en los que sí repararon los futbolistas. Juan Pablo, de once años, y su primo Marco Antonio, de siete, lucían orgullosos los autógrafos de los dos capitanes del Madrid. Imposible borrar de sus caras la sonrisa. No todos lo encajaban igual. Una niña lloraba desconsolada cuando tocó a Casillas.

Quince minutos después de la llegada al aeropuerto, los futbolistas desaparecieron tras el arco de seguridad. Bomberos y guardias civiles cazaban los últimos autógrafos, mientras los periodistas de los medios nacionales componían deprisa sus crónicas y grababan los programas de radio antes de coger el vuelo.

Habían pasado poco más de 48 horas desde que aterrizaron en la ciudad. Tiempo suficiente para rumiar el porqué de la pitada a Piqué, lo más trascendente de un amistoso que encandiló a una ciudad ávida de ese fútbol añejo que otrora brillaba en León. El Reino apagó sus focos. Vuelta a la realidad. Ahora toca despejar la resaca y confiar en que la Cultural, algún día, pueda disfrutar de un tirón parecido al de La Roja. Difícil, aunque no imposible. La afición existe. Y, por tanto, hay esperanza. Eso sí, pasará tiempo para que la selección repita visita. A la Federación no le ha gustado la protesta contra Piqué y ya han deslizado que meterán a la ciudad en la nevera. Como si La Roja viniera aquí cada quince días.

Cargando contenidos...