Chile, campeón en los penaltis
Logra su primera Copa al ganar a Argentina desde los once metros tras empatar a cero.
En el tétrico escenario en el que miles de chilenos fueron torturados y asesinados se vivió una experiencia totalmente distinta de comunidad transandina. Los aficionados al fútbol se reunieron en torno al Estadio Nacional de Santiago y trasladaron a La Roja un mensaje de apoyo y empuje contra la Argentina del mejor jugador del mundo. Se unió el pueblo chileno y con ellos sus trabajosos futbolistas para detener a Lionel Messi. Empujaron desde la grada y desde el campo porque sus condiciones no bastaron para superar a su rival pero sí para aguantar hasta tumbar varias maldiciones. Así, conquistaron su primera Copa América en una noche de nervios en casa porque el encuentro cedió hasta la tanda de penaltis (4-1) y la felicidad sólo llegó por un sufrimiento que elevó el sentimiento final en su mezcla con el alivio tras acabar el tiempo reglamentario y la prórroga con empate a cero (0-0).
Al comienzo asumió Argentina el papel del dominador. Por mucho que Chile se apropiara de la posesión, los del Tata Martino eran quienes ejercían de soberanos. Así, los de César Sampaoli trataron de desbordar con su juego vertiginoso, buscaron el ala débil de Marcos Rojo en la banda izquierda de sus oponentes y trataron de sacarles de su zona de confort con el vértigo como arma. Pero en ningún momento La Albiceleste tembló y perdió el sitio por lo que cada intento chileno se contagió de su velocidad y fue precipitado.
Las llegadas de los argentinos fueron más punzantes y peligrosas. Si Claudio Bravo no hubiera parado casi por adivinación el remate de Agüero en un saque de falta de Messi el partido podría haberse decidido en ese minuto 20. La respuesta de La Roja fue la misma de siempre: la velocidad. Pero otra vez se confundió con precipitación.
Sin embargo, la confianza argentina se rompió con la lesión de Ángel di María en una carrera eterna que comenzó épica y concluyó en decepción. Se rompió la cadena albiceleste de la confianza aunque la magia de Javier Pastore surgió en los últimos instantes del primer tiempo para que el disparo del Pocho Lavezzi reclamara la profesionalidad de Bravo.
Con el progreso del partido los chilenos recurrieron a la hipermotivación para no bajar su ritmo. Contagiados por sus compatriotas repitieron sus carreras, su balones largos y el duelo desembocó en una Argentina acorralada por once hombres y miles de banderines. Agarrado a la épica, Sampaoli apostó por retirar al creativo Valdivia por la sangre nueva en la mediapunta. Pero volvió a ser Alexis Sánchez quien tuvo el destino de su equipo en las botas con una volea que no encontró portería.
Por contra, la última bala fue argentina, en un contragolpe que los anfitriones no lograron detener y finalmente Higuaín forzó para disparar fuera y abrir el paso a su infierno y a una prórroga que no contó con más detalles que un lanzamiento fuera de Alexis Sánchez.
En la tanda de penaltis los chilenos se enfrentaron a la maldición de no haber superado nunca por ese procedimiento una eliminatoria internacional. Pero Higuaín extendió su mal fario, lanzó alto y Bravo también detuvo el disparo de Banega. Entonces Alexis Sánchez creó el recuerdo para sus compatriotas con un penalti lanzado con engaño y clase para levantar su primera Copa América. Se creó en casa, en el lugar que cambió un sentimiento de miseria por uno de alegría.